Al
finalizar cada año se acumulan los envíos de libros que, en el caso de los que
nos ha remitido la Institución “Fernando el Católico”, con los últimos
publicados, constituyen un número muy elevado. Daremos cuenta de ello en
sucesivos artículos.
Comenzamos
con el editado, en colaboración con Gara d’Ediziones y Prensas Universitarias,
con el nº 22 de la colección Ainas. Se trata de la obra Toponimia mayor de Aragón. Ciudades, villas, lugares, aldeas, ríos,
montañas y territorios, del que es autor Pascual Miguel Ballestín. En él se
recogen más de 1.700 nombres de lugar, con un elevado número de referencias a
fuentes documentales. Es, por lo tanto, un instrumento de gran utilidad para
conocer el origen de nuestras diferentes localidades y de los más destacados
accidentes geográficos. El autor reúne las distintas etimologías propuestas por
quienes han abordado la cuestión, con anterioridad, sin decantarse por ninguna
de ellas. En algún caso, como el de Borja, hace referencia a etimologías
descartadas como la de Belsinum, ya
que hubo una época en la que se creyó que Borja era esa antigua ciudad
celtibérica, actualmente relacionada con Mallén. Lo de Bursau se conoció más tarde, aunque autores de comienzos del siglo
XIX, como García, todavía consideraban que era la misma población. Pero el
hecho de que tan sólo para nuestro caso se aporten 38 referencias da idea de la
magnitud del trabajo y de su importancia.
Ana
Mateo Palacios es la autora del estudio y edición de Las vidas de los sanctos religiosos de Egipto que tradujo micer
Gonzalo García de Santa María, un converso aragonés, y que fueron publicadas
Pablo Hurus en Zaragoza, hacía 1488. Estamos ante un volumen de 978 páginas que
ya ha merecido la atención de personas tan señaladas como el Prof. Fatás quien,
recientemente, le dedicó un artículo en Heraldo de Aragón. No es para menos,
pues el libro de lectura fascinante, aunque sólo fuera para tener noticia de la
extravagante vida y las “rarezas” de estos santos varones y también santas
mujeres que, durante los siglos III y IV, practicaron el eremitismo en Egipto y
dieron origen a algunas órdenes monásticas. No es de extrañar que el Santo
Oficio prohibiera su difusión, aunque en ello influyera el hecho de ser
desconocido el autor de esta fascinante recopilación. Además de los
correspondientes índices onomástico y toponímico, se ha incluido un glosario de
términos de gran utilidad que facilita su comprensión. Es un libro que merece
la pena leer y lo recomendamos, de manera especial, a los numerosos devotos que
San Antonio abad tiene en nuestra ciudad.
Otro
libro recomendable es La vida
fragmentada. Experiencias y tensiones cotidianas en Zaragoza (siglos XVII y
XVIII), de Juan Postigo Vidal, en el que se narra de manera muy amena el
devenir cotidiano de las diferentes clases sociales de una ciudad como la
capital aragonesa que, en muchos aspectos, sería similar a las de otras
localidades de la época. Por sus 372 páginas van desfilando desde los más
humildes ciudadanos hasta las clases elevadas con sus problemas, sus costumbres
y sus tensiones. Porque, entre las numerosas anécdotas que se refieren, ocupan
un lugar destacado algunos crímenes con los que podría publicarse una obra
similar a nuestros Crímenes ejemplares. Nada más que con el episodio
del clérigo bilbilitano que, tras pedir prestado el ajuar de mesa de una
distinguida dama zaragozana, con el pretexto de atender debidamente a un
ilustre visitante, utilizó la plata para acuñar moneda falsa, terminando por
enviar a sus secuaces a asesinar a la confiada prestataria, daría para escribir
una novela. Otro personaje que aparece citado es la condesa de Castelflorit, Dª
María Agustina, bien conocida por nuestros lectores, de la que detalla los
objetos relacionados con el coche que utilizaba en sus desplazamientos. La
única objeción que pondríamos al trabajo de Juan Postigo es el encabezamiento
de uno de los epígrafes, dedicado a la devoción hacia determinadas imágenes
religiosas. Titular “La lógica de la
adoración de las imágenes”, es incorrccto, pues por muy grande que fuera el
fervor de aquellas personas, nunca “adorarían” las imágenes, sino que las “venerarían”.
Hemos de decir en su descargo que no ha sido infrecuente en determinados
lugares rotular que allí “se adora y besa” un objeto de devoción.
Dentro
de la colección “Fuentes Históricas Aragonesas”, Herminio Lafoz Rabaza nos
ofrece un nuevo volumen de las Actas de
la Junta Superior de Aragón y Castilla, en este caso las correspondientes
al año 1812. No son muchas las referencias incluidas en ellas sobre nuestra
zona. Sin embargo, en la introducción el autor señala que entre Cinco Villas,
Navarra y Borja, operó durante los meses de enero a marzo de ese año el 10º
regimiento de línea francés con un total de 2.078 hombres. También se cita la
llegada de las fuerzas española de Durán a nuestra ciudad el 14 de octubre de
1812, poniendo sitio a los 57 hombres que componían la guarnición francesa en
el fuerte de capuchinos, la cual terminó rindiéndose el día 16, tras la llegada
de nuevos refuerzos españoles.
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