Recientemente,
el Prof. D. Guillermo Fatás Cabeza, en uno de los interesantes artículo con los
que cada domingo nos regala en Heraldo de
Aragón, hacía referencia a la proximidad del 900 aniversario de la
Reconquista de Zaragoza en donde, como es sabido, entró Alfonso I el Batallador
el 18 de diciembre de 1118.
Hacía
referencia, asimismo, al destino final del último monarca de la taifa
zaragozana, que terminó asentándose en Rueda y Borja, lo que tuvo como
consecuencia un cierto retraso en la toma de nuestra ciudad, que algunos
autores fijaban en el año 1119, pero que actualmente se considera que tuvo
lugar más tarde. Dado el interés que ello tiene para la historia borjana,
queremos hacer referencia a esta cuestión, como preparación a un acontecimiento
histórico que, en su momento, habrá que conmemorar.
Borja
fue una de las plazas más importantes de los banu Qasi, familia muladíe
descendiente del “conde” Casio, gobernador de la ciudad durante la etapa
visigoda. Pero, tras su desaparición, el poder de la taifa de Zaragoza quedó en
manos de la familia de los Tuyibíes, que no eran conversos, sino de origen
yemení, llegados a tierras aragonesas en los primeros momentos de la dominación
musulmana.
En un
momento determinado intentaron liberarse de la dependencia del califato de Córdoba,
por lo que, en 934, Abd al-Rahman III se vio obligado a intervenir para reducir
a lealtad a Muhammad ibn Hasim. En esa expedición, el califa ocupó las plazas
de Tudela, Tarazona y Borja.
Fue
entonces, cuando Abd al-Rahman III mandó construir las murallas que cercaban el
cinto o alcazaba y de las que se conservan restos importantes, declarados Bien
de Interés Cultural, que están a la espera de una investigación minuciosa y de
una adecuada rehabilitación.
En
1039, el último tuyibíe fue reemplazado por Sulayman ibn Hud, fundador de la
dinastía Hudí, cuando la taifa de Zaragoza ya era independiente. Los bani Hud
eran de origen árabe y habían llegado a al-Andalus en época temprana.
El más
importante de sus miembros fue su hijo, el conocido como al-Muqtadir (el poderoso)
que gobernó Zaragoza entre 1046 y 1082, en una etapa de gran esplendor.
Combatiendo con él murió el rey Ramiro I de Aragón y tuvo lugar el lamentable
acontecimiento de la conquista cristiana de Barbastro y su posterior recuperación;
en uno y otro caso con inauditos episodios de crueldad.
Fue al-Muqtadir
quien mandó edificar, en las proximidades de Borja, un palacio de recreo en cuya
construcción trabajaron destacados alarifes y que, posteriormente, dio origen a
la localidad de Maleján. Un testimonio de la belleza del mismo era el
desaparecido arco aquí reproducido que, en opinión del Prof. Cabañero, constituía la primera manifestación
conocida de la profunda renovación decorativa llevada a cabo en la taifa
zaragozana, en época hudí, y constituyendo un precedente del palacio de la
Aljafería, construido posteriormente por el mismo monarca.
A su
muerte, dividió el reino entre sus dos hijos, Yusuf y Mundir. El primero,
conocido como al-Mutamin conservó Zaragoza, mientras que el otro se quedó con
la parte oriental, Tortosa y Denia. Las disputas fueron constantes a lo largo
del reinado, con intervención de los monarcas cristianos a favor de uno y otro
bando. El Cid Campeador que había sido un gran amigo de su padre apoyó siempre
a al-Mutamin que, finalmente, falleció en el otoño de 1085.
Le sucedió
su hijo Ahamad al-Mustain, cuando las tropas de Alfonso VI de Castilla sitiaban
Zaragoza. Ante su aparada situación, al-Mustain decidió llamar en su ayuda a
los almorávides que, el 23 de octubre de 1086, derrotaron a Alfonso VI en el
llano de Sagrajas, cerca de Badajoz.
Pero,
los almorávides que habían acudido en ayuda de los reinos de táifas, no
tardaron mucho en deponer a sus monarcas y tomar el control de todos ellos, en
un intento de devolver la unidad a los territorios de al-Andalus. A Zaragoza la
respetaron mientras vivió al-Mustain pero, poco después de acceder al trono su
hijo, en 1110, con sus tierras amenazadas por todas partes por las tropas
cristianas, fue derrocado y los últimos años de su existencia, el reino de
Zaragoza fue regido por gobernadores almorávides.
Imad
al-Dawla, el último rey de Zaragoza, se refugió en el castillo de Rueda y en su
palacio de Borja, adonde el gobernador almorávide envió una expedición de
castigo en 1116, aunque no debió tener graves consecuencias, dado que aquí
continuaba cuando Alfonso I el Batallador se hizo con el control de la actual
capital aragonesa.
La
toma de Borja hay que retrasarla al menos hasta 1122, año en el que Alfonso I e
Imad al-Dawla, suscribieron una capitulación muy ventajosa para los musulmanes,
dado que se les permitió residir en el interior de la ciudad varios años,
limitándose el control cristiano al establecimiento de una pequeña guarnición
en la alcazaba. Se aduce como una de las razones para ello el que el depuesto
monarca zaragozano había sido aliado de los cristianos en sus enfrentamientos
con los almorávides.
Como garantía del pacto, hubo un
intercambio de prisioneros entre los que se encontraban por parte cristiana “la
hija de Alcart non Ferrich y la hija de su hermano Domingo”, que probablemente
estaban en Borja.
Transcurrido
el tiempo establecido en la capitulación, los musulmanes salieron de las casas
que habitaban en el interior, para establecerse en el nuevo barrio creado junto
al río Sorbán. Comoquiera que, con anterioridad, ya habían llegado pobladores
cristianos, se suele argumentar que ello influyó para que todas las iglesias
borjanas se levantaran fuera de las murallas, como así sucedió con Santa María,
San Miguel y San Bartolomé, sin que se pueda descartar la existencia previa de
alguna comunidad mozárabe.
Como
resumen, y a la vista de lo expuesto, hay que descartar el año 2019 como fecha
para la celebración del IX centenario de esa efeméride, pudiendo hacerlo tres
años después, coincidiendo con la de la citada capitulación que dio paso a una
nueva etapa de nuestra historia.
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