El
pasado sábado día 23 se disputaba el encuentro entre Alemania y Suecia en el
que la selección alemana se jugaba el paso a los cuartos de final en el
Campeonato del Mundo de Fútbol. El evento había despertado una enorme
expectación y miles de personas se concentraron frente a la puerta de Brandenburgo,
donde se había instalado un escenario, en el que se sucedían las actuaciones
musicales y una gran pantalla. Estuvimos allí, cuando el encuentro aún no había
dado comienzo, y el ambiente era extraordinario.
Los
aficionados iban ya llenando los amplios espacios disponibles, muchos de ellos
caracterizados para la ocasión.
Numerosos
puestos de comida y de recuerdos flanqueaban la amplia avenida que conduce hasta
la puerta y hasta había un improvisado campo en el que quienes lo deseaban
podían practicar los tiros a puerta.
Ya
habíamos estado por la mañana para ver las siete pantallas instaladas en la avenida
Eberts y las grandes medidas de seguridad, con todo el perímetro vallado y controles
muy estrictos en los accesos, con un impresionante despliegue policial y bloques
de cemento, para impedir el paso de vehículos.
El
partido lo vimos en el hotel, por lo que nos privamos de comprobar el desbordamiento
de la afición tras el gol que, en el último minuto de descuento, puso fin a la
tensión previa que con la que transcurrió todo el partido, pues se veían eliminados.
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