El
Centro de Estudios Borjano cuenta, entre sus más preclaros investigadores a D.
Hugo Vázquez Bravo y a D. Ramón Vega Piniella, ambos formados en la Universidad
de Oviedo y con una larga trayectoria como investigadores, de la que hemos dado
cuenta en estas páginas, dada la importancia de sus trabajos, algunos de los
cuales han sido publicados en nuestra revista Cuadernos de Estudios Borjanos o
como monografía.
El
pasado mes de noviembre, participaron en
el primer congreso dedicado al linaje de los Fernández de Córdoba, que tuvo
lugar en Alcalá la Real (Jaén), y en el que se tributó un mereceido homenaje al
Prof. D. Manuel Peláez del Rosal, también muy querido en Borja, donde estuvo en
el reciente congreso sobre “Juan de Coloma y su época”.
Allí presentaron una ponencia
en la que dieron a conocer los resultados de una investigación, en la que aún
siguen inmersos, sobre las famosas “Cuentas del Gran Capitán” y su relación con
la documentación que se conserva en Simancas.
Entre ellos destacó el descubrimiento del diseño del pabellón bajo el
que luchaban el Gran Capitán y sus hombres, durante su segunda campaña en
Italia, y también las dos únicas representaciones del general que por el
momento se conocen, entre las que se le pudieron realizar en vida, una cuestión sobre la que informaremos también
en este blog.
Pero, en relación con
la bandera que tanto interés ha despertado, lo más destacado ha sido la
identificación del paño utilizado en su confección de color verde y pardillo.
Esos colores eran
utilizados por Isabel I de Castilla para su representación, haciendo vestir con
ellos, incluso, a las damas de su corte con telas traídas del extranjero. La
tonalidad más o menos exacta se extrajo de los encargos hechos por dicha reina
a Juan de Flandes, su pintor de cámara. También han documentado que fue la soberana
quien se los cedió al general para que los portase en una guerra a la que se
acudía a defender los intereses del reino de Aragón, dando a entender que tanto
ella como su marido poseían un proyecto sólido en común. Este dato ha podido
constatarse, pues Alonso de Santa Cruz lo aporta en su crónica, en la
descripción que hizo del sepelio de Gonzalo Fernández de Córdoba.
Por lo demás, la
heráldica que se incluye en la reconstrucción que se presentó y ha aparecido en
prensa días atrás, no es más que el resultado de un análisis comparativo que se
realizó de buena parte de los blasones de los reyes que se conservan, pues no
sólo se mostró que no había una forma canónica de representar sus armas, sino
que el soporte en que iban incluidas, ya fuese piedra, papel o, como en este
caso, pintadas sobre telas llamadas de damasco, condicionaba en buena parte su
ejecución. De esta forma, por ejemplo, podían variar los colores empleados en
cada elemento representado. La única salvedad reseñable, es la utilización el
azul en el campo correspondiente al reino de Granada, y no el blanco, como
suele ser lo habitual.
Posee también especial
importancia el hecho de que, sin duda, esta misma bandera inspiró a la
primitiva bandera de la ciudad de Málaga, ya fuese porque la reina otorgase
esos mismos colores al Concejo, bien porque él mismo tuviese la oportunidad de
escogerlos y optasen por copiar los del estandarte que conocieron mientras el
Gran Capitán estaba con su ejército esperando a embarcar con destino a Sicilia.
Sin embargo, lo que
quizás ha llamado más la atención es la afirmación de que es la primera bandera
que conocemos que representa a España, lo que se fundamentó en los siguientes
aspectos, cada cual tan complejo, no obstante, que ha generado un buen número
de monografías.
Primeramente, porque
aunque España no existía como tal, como muchos señalan con fortuna, el concepto
sí estaba plenamente aceptado y difundido, pues la pretensión de cada cabeza
rectora de los reinos ibéricos, durante los siglos que estimamos que duró la
Edad Media, no fue sino la reunificación de todos ellos bajo una misma corona.
No en vano, uno de los preceptos de la Reconquista era recuperar esa unidad de
la que se gozó en tiempos de los visigodos.
Por otro lado, porque
la unión que lograron los Reyes Católicos entre los reinos de Castilla y
Aragón, aunque fracasó en su intención de incorporar Portugal en el reinado
siguiente, terminó por dar lugar, en lo esencial, al Estado que actualmente
llamamos e identificamos como España.
Una tercera razón, es
que mientras en la guerra medieval cada mesnada de caballeros y peones
combatían bajo la bandera del noble de quien eran vasallos y les mantenía, ésta
es una de las primeras ocasiones en que la monarquía y, por tanto, el Estado,
asume el gasto íntegro del ejército y campaña, por lo que dicha bandera
representa a un ejército real, siendo los reyes aquéllos en quien recaía por
entonces la soberanía.
También, porque aunque la
heráldica que porta la enseña representa a los reyes de Castilla y Aragón, la
documentación entre la cual figura esta orden de pago, que igualmente incluye
el pago de las unidades del ejército de tierra, demuestra que la procedencia de
los soldados que acompañan al Gran Capitán provenían de todos los rincones de la
península ibérica, siendo principalmente castellanos, pero existiendo entre
ellos un buen número de aragoneses, navarros, vascos e, incluso, portugueses.
Pero, sobre todo,
porque tanto en Italia, como en las crónicas y tratados de época que versan
sobre esta campaña, de entre los cuales citaremos la que publicó el Centro de
Estudios Borjanos, con ocasión del V Centenario del fallecimiento del general
cordobés, La conquista del reyno de Nápoles,
con todas las cosas que Gonçalo Fernandes ha fecho después que partió de
España, una y otra vez se habla de todos esos militares
como españoles, y no de otra forma, como italianos se denominaba a aquéllos,
sin precisar si su origen era napolitano, milanés, romano o de cualquier otra
parte del país que conoció su unificación ya en el siglo XIX.
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