La preparación de la Semana Santa comenzaba en Ambel con el
traslado, el sábado anterior a la semana de Pasión (la previa a la Semana
Santa), de la imagen de la Virgen de los Dolores, desde la ermita del Rosario a
la iglesia parroquial, colocándola en el altar mayor, dando principio el
Septenario a ella dedicado. El viernes de Dolores se trasladaba, de forma privada
el paso de Cristo con la Cruz a cuestas.
El Domingo de Ramos, por la tarde, tenía lugar un solemne
Via Crucis, en el que se llevaba ese paso de Jesús con la Cruz a cuestas, el
cual se encontraba con el de la Virgen de los Dolores en la plaza de la Villa.
Este último había salido después del anterior de la iglesia, para dirigirse a
su encuentro por la calle del Moral.
El Jueves Santo, por la tarde, se cantaban Maitines y Laudes
y a las cinco, con asistencia del Ayuntamiento, se acudía a la ermita del
Rosario para recoger el paso de Cristo crucificado, que se llevaba a la
parroquia, cantando el Miserere.
En la consueta se indica que también era costumbre que
participaran en la procesión el paso de la Oración en el Huerto y de Jesús con
la Cruz a cuestas. Era costumbre que, a mitad del recorrido, salía de un portal
una persona, caracterizada como el Cirineo, que ayudaba a llevar la Cruz
durante el resto del trayecto.
Las ceremonias descritas y las que a continuación
reseñaremos, fueron concebidas y puestas en práctica por el párroco D. Juan
Rincón, que llegó a Ambel en 1893, procedente de Cervera del Río Alhama donde
se celebra con representaciones vivientes. Decidió organizar algo parecido en
Ambel y, en primer lugar, proyectó realizar, en primer lugar, el
Descendimiento. Ante la falta de un Cristo articulado, puso sus ojos en el del
magnífico retablo de la capilla de los Monserrat.
Decidió serrarle los brazos y dotarles de unas bisagras para
que pudieran doblarse y, para ello, recabó la ayuda de dos carpinteros locales
que se negaron a realizar semejante dislate. Al final, logró convencer a otro,
llamado Leoncio Pérez Trívez que la llevó a cabo, aunque mientras duró la
“operación”, el párroco y otras personas, postradas ante el altar, estuvieron
rezando para que lo le ocurriera nada al intrépido carpintero. Hace unos años
el Cristo fue restaurado por el Instituto del Patrimonio Histórico Español y
reemplazado por otro que fue adquirido en Olot para poder continuar realizando
esa ceremonia del Descendimiento.
El Descendimiento tenía lugar en la iglesia parroquial pero,
desde que se iniciaron las obras de restauración se lleva a cabo en la ermita
del Rosario, después de los oficios propios del Viernes Santo. Frente al altar
se dispone la imagen de Cristo crucificado y a su lado la de la Virgen de los
Dolores.
Ahora, asisten a él los cuatro alabarderos, el centurión y
el “angelico” que antiguamente se situaban en la puerta del templo recogiendo
los donativos que aportaban los fieles para hacer frente a los gastos que
ocasionaban tanto este acto como el de “Entierro de Cristo”.
Pero el protagonismo principal lo tienen dos personajes que
representan a José de Arimatea y Jose Nicodemus que son los encargados de
desenclavar la imagen y descenderla con la ayuda de unos lienzos.
Primeramente se retira la inscripción “INRI” y la Corona de
espinas que son mostradas a los fieles. Todo ello, mientras el sacerdote lee
una monición especialmente preparada para este acto.
Tras soltar los dos brazos, la imagen es conducida con gran
cuidado hasta el arca, preparada en un lateral. Fue realizada por el carpintero
D. Leoncio Pérez y su hermano Bruno, siendo la utilizada en el “Entierro de
Cristo” que se realiza a continuación.
El Entierro de Cristo fue introducido también por el citado
párroco, a comienzos del siglo XX, aunque para ello contó con la colaboración
del borjano Nicolás Almau, que conocía el que se representaba en Borja, por
haber participado en él. Por la fotografía que mostramos el lugar en el que se
realizaba ha cambiado, pues corresponde a la plaza de la Villa, mientras que
ahora tiene lugar en la de San Miguel.
El arca sale del templo, antes de la iglesia parroquial y
ahora de la ermita del Rosario, por las razones expuestas. En la procesión
participan actualmente todos los pasos que también mandó construir D. Juan
Rincón. Las fotografías que hemos insertado anteriormente corresponden a esta
procesión en la que, desde hace unos años participa también la banda de la
cofradía de Ntra. Sra. de los Dolores y Jesús camino del Calvario de Bulbuente.
Protagonistas especiales son los alabarderos que visten el
atuendo que muestra la imagen, diferenciándose ahora el del centurión por el
color diferente de la faldilla y la cimera roja que remata el casco.
Acompañados por el “angelico” que porta un bastón con el que marcará el ritmo
de la ceremonia, dan escolta al arca hasta el lugar en el que se ha dispuesto
el tablado para su sellado.
Allí, José de Arimatea y José Nicodemus inciensan el arca y
seguidamente accede al estrado el centurión, acompañado por el “angelico”,
procediendo a sellar el arca que, en este caso, se realiza mediante el descenso
de las cortinas laterales al primer golpe de martillo, momento en el que, como
ocurre en Borja, se rasga el velo del templo, otro elemento presente en la
ceremonia, terminada la cual la comitiva regresa a la iglesia.
Era costumbre en Ambel acudir con “carraclas” a la Misa de
Jueves Santo, haciéndolas sonar, cuando dejan de hacerlo las campanillas. El día
de Viernes Santo, por la tarde, varias personas recorrían las calles de la
localidad, haciendo sonar sus “carraclas”, mientras anunciaban que “los Oficios
divinos van a comenzar”, sustituyendo de esa forma el toque de las campanas que
permanecen mudas hasta el momento de la Resurrección.
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