En los sótanos de la Casa de Aguilar reside un pequeño
duende o fantasma, que responde al nombre de Alfonso, cuyas travesuras se han
hecho famosas. Esconde las herramientas de los operarios que instalan las
exposiciones, juega con otros niños, demostrando sus habilidades para atravesar
las paredes o asusta a las limpiadoras.
Pero, como niño que es, ayer nos dejó cuidadosamente doblada
en las escaleras su carta a los Reyes Magos, en la que manifiesta sus deseos
que, como compartimos en parte, reproducimos.
Querido Reyes Magos: Este año me he portado mejor y, por
eso, quiero pediros un gran favor, el que por fin sea colocada la lápida, en
homenaje a unos señores borjanos y franceses que, desde hace seis años, está
depositada en mi casa, esperando que la coloquen en su lugar. Me da mucho miedo
que algún día se rompa y que me echen la culpa las personas que ahora la
ocupan, cosa que me molestaría mucho, pues pudiendo haberlo hecho ya, la he
cuidado mucho tiempo, pues yo respeto mucho a los muertos.
También me gustaría que otro muerto, al que llegué a conocer
y jugaba conmigo, llegue a ver su “retrato” colocado en ese pedestal vacío que
está junto a mis amigas las clarisas. Hay alguna que quiere poner allí a San
Francisco. Todo espacio vacío tiende a ser ocupado, a pesar de que mi amiguito
Alberto intente evitarlo.
De paso, se podría volver a colocar la banderola del museo
que está al lado. Quedaría muy bonito, ahora que las monjitas han quitado esa
pancarta que no me gustaba nada. Siempre fui muy aficionado al Arte. Mi mamá me
lo decía siempre y por eso, pongo tanto interés en las exposiciones que montan
donde vivo.
Si no es mucho pedir, también me gustaría que cambiaran esta
otra banderola. Está hecha una birria y a ese hospital le tengo mucho cariño,
pues allí solíamos llevar a todos los ancianos que nos molestaban en casa.
Para que veáis que, cada día, soy mejor y deseo hacer el
bien, os rogaría que este año, algún miembro del Centro que ha ocupado mi
palacio, tropezara en uno de los muchos agujeros existentes en la plaza de
Santa María. Si se lesionaba, como espero, podrían conseguir una buena indemnización,
lo que, además de ricos, les haría muy felices.
Este año no asustaré a los camellos, porque os quiero mucho
y deseo que atendáis mis modestas peticiones. Alfonso.
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