La existencia de la consueta de la parroquia, a la que nos
hemos referido en los artículos anteriores, nos permite conocer la forma en la
que, en Ambel, se celebraban muchas de las fiestas religiosas. En algunos casos
se ha mantenido mientras que en otros forman parte del recuerdo del pasado.
Este es el caso de la procesión que el Domingo de
Resurrección tenía lugar. El coadjutor de la parroquia iba hasta la ermita del
Rosario de la que, en procesión, salía la Virgen del Rosario, para dirigirse,
por las calles Alta y Nueva hasta la plaza de la Villa. Mientras tanto, el
párroco llevando a Niño con paño humeral se dirigía a su encuentro por la calle
del Moral. Una vez en la plaza citada, las banderas que asistían a la
procesión, saludaban a la Virgen antes de reemprender el camino hacia la iglesia
parroquial.
Con gran solemnidad se celebraba también el Domingo de
Quasimodo en el que, además de llevar la comunión a los enfermos, con el
Santísimo bajo palio, era el día fijado para la Primera Comunión de los niños,
al término de la cual se les obsequiaba con un chocolate que se repartía a los
niños en la casa del coadjutor y a las niñas en la del párroco. De estas y
otras tradiciones no disponemos de fotografías.
San Jorge ha sido siempre, más que una celebración religiosa
una fiesta popular en la que se consume la “culeca” que, en Ambel, tiene la
forma que muestra la imagen, lo que se llevaba a cabo en diferentes lugares.
Los más pequeños iban al pilar de la Virgen del Río, cercano
al casco urbano, al que, por otra parte, también se iba en rogativa para pedir
agua, en épocas de sequía, y las mozas
para solicitar un buen novio, cantando unas coplas que ha recopilado D. Antonio
Aragón.
Los mayores se desplazaban hasta las “Piedras del Dragón”,
una formación rocosa asociada a una antigua leyenda. Allí, en una cueva, moraba
un terrible dragón que atacaba a los que se atrevían a pasar por ese lugar. Por
eso, los vecinos de Ambel se encomendaron a San Sebastián, su Patrón, que armado
con una lanza y cabalgando sobre un brioso corcel, se enfrentó a la temida
bestia matándola.
En
aquel impresionante combate, el dragón dio un terrible salto dejando sus
huellas impresas en las piedras próximas al molino que allí había y de cuyas
ruinas nos ha dejado imágenes Guillermo Carranza en su obra sobre Patrimonio
hidráulico en la cuenca del río Huecha. Según Domínguez Lasierrra, la impronta
del dragón fue destruida por “una mano iconoclasta”.
El día de San Jorge se sigue celebrando con diversos actos
organizados por el Ayuntamiento, aunque en el Parque nuevo, donde tiene lugar
también un concurso de ranchos y, por supuesto, se da buena cuenta de la
culeca.
La bendición de los campos, se celebraba antes el día 3 de
mayo junto al cementerio. Ahora, tiene lugar el día de San Isidro (15 de mayo)
cuya imagen se lleva en procesión, junto con la cruz parroquial.
A lo largo del mes, la activa Asociación de las Hijas de
María celebraba el ejercicio correspondiente al “mes de las flores” y los
domingos y festivos cantaban unas “letrillas”.
Fiestas importantes eran las de la Ascensión, Pentecostés y
Corpus Christi. En esta última solemnidad se colocaba en el altar mayor de la
parroquia el “tabernáculo bueno”, alumbrado por 12 velas. Tras la Misa Mayor
salía la procesión con el Santísimo, deteniéndose en la plaza de la Villa,
donde se había dispuesto una mesa, recubierta con tapete blanco, para la parada
y bendición.
Al pasar frente a le ermita del Rosario, salía la imagen de
San Sebastián que ese día era llevado a la parroquia, donde era venerado hasta la
fiesta de la Virgen del Rosario en que retornaba a la ermita.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús está profundamente
arraigada en la villa que fue consagrada a Él, el 24 de junio de 1894, como
recuerda la lápida colocada en la fachada de la Casa Consistorial, con ocasión
del I Centenario.
De ahí la solemnidad con la que se ha venido celebrando su
fiesta con procesión en el día de su fiesta que se detenía en la plaza de la
Villa, donde en una mesa adornada allí colocada se renovaba la consagración y
se rezaban las letanías al Corazón de Jesús, cantando unos gozos. El día de la octava
también había procesión que discurría por las calles del Hospital, Nueva, Moral
y San Miguel, finalizando con la bendición del Santísimo.
Otras fiestas de las que queda constancia en la consueta son
las de San Pedro, Santiago y la Asunción, así como la de San Joaquín, cuya
imagen se venera en el altar mayor de la ermita del Rosario. Se celebraba el
domingo siguiente a la Asunción y era sufragada por la familia Dusmet.
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