La complejidad de la investigación arqueológica

 

         Cualquier tipo de investigación está sometida al debate científico, a través del cual, es posible ampliar el resultado de un trabajo o, incluso, corregir por completo las apreciaciones de sus autores.

         Así ha sucedido con el artículo publicado en uno de los últimos números de la revista Pyrenae (con la que mantenemos intercambio) acerca de un hallazgo realizado en un yacimiento aragonés.

         Se trataba de un pequeño fragmento de vidrio al que los autores dataron en época romana con la marca en griego del artesano fabricante del recipiente, del que no se tenían noticias hasta el momento.

         Sin embargo, en el número siguiente de la revista, también de este mismo año, los arqueólogos Esperanza Ortiz Palomar y Juan Paz Peralta, con un contundente artículo vienen a refutar la teoría antes expuesta, demostrando que, en realidad, es un fragmento perteneciente a una botella contemporánea de Emulsión de Scott, un preparado de aceite de hígado de bacalao que, como otros similares, se recetaba como reconstituyente a niños y mayores. Algunos de nuestros lectores de mayor edad recordaran el tormento que representaba su ingestión, dado el desagradable sabor de este tipo de preparados.

         Las pruebas aportadas, entre ellas la imagen que reproducimos, son irrefutables y el tono del artículo no está exento de ironía de la que la nota final constituye un exponente al dedicarlo a la “promoción y respaldo al Año Internacional del Vidrio”.

         Como decíamos, toda investigación está abierta el debate, aunque no son frecuentes casos como el que nos ocupa, especialmente porque las revistas suelen someter los artículos que se les remiten a los llamados “evaluadores por pares ciegos”. No es de extrañar, por lo tanto, que en el mismo número en el que aparecía la “corrección de Esperanza Ortiz y Juan Paz, se incluya una “retractación” de los autores, de los evaluadores y de los propios editores de la revista.