sábado, 10 de septiembre de 2022

Reliquia de un mártir borjano

 

         Acaban de donarnos una reliquia del P. Jesús Ballesta Tejero S. J. cuya causa de beatificación está incoada. Se trata de una estampa para pedir su intercesión que, lleva en la parte inferior un recuadro con un pequeño fragmento de tela. Teníamos la estampa, pero sin reliquia ya que, no todas las editadas fueron dotadas de ellas. Aunque ya nos hemos ocupado en este blog de su biografía y recientemente lo hemos hecho dentro de un trabajo dedicado a los mártires borjanos, queremos recodarla para conocimiento de todos aquellos que aún ignoran los méritos de este sacerdote jesuita.


         El P. Ballesta había nacido en el monasterio de Veruela el 1 de enero de 1903, aunque siempre se consideró borjano, dado que de aquí eran sus padres Manuel Ballesta y Francisca Tejero, un matrimonio ejemplar que se había hecho cargo de la hospedería de Veruela. Tenían seis hijos, siendo Jesús el menor de todos ellos. Los otros cinco eran naturales de nuestra ciudad.

         Fue bautizado en la parroquia de Vera de Moncayo, aunque sus primeros años transcurrieron en el monasterio, convertido en noviciado de la Compañía de Jesús. Allí hizo la Primera Comunión y, antes, aprendió a leer con el hermano portero Adrián Trullo. Poco después continuó su formación en la Escuela Apostólica que tenían los jesuitas en el propio monasterio para los hijos de los que prestaban servicio allí.

         A los 13 años fue enviado a la Escuela Apostólica de Roquetas (Tarragona), donde creció su vocación religiosa, ingresando al cumplir los 15 años en el noviciado de Gandía. Entre 1920 y 1923 realizó el juniorado y los estudios humanísticos en Veruela, pasando después a Sarriá para llevar a cabo los de Filosofía. Tras unos años en el colegio del Salvador de Zaragoza, volvió a Sarriá para efectuar los cursos de Teología, donde le sorprendió el decreto de expulsión de la Compañía de Jesús, al proclamarse la II República. Enviado a Aalbeck bei Hulsberg (Holanda), el 27 de agosto de 1932 fue ordenado sacerdote y posteriormente completó su formación en Bélgica y Alemania.

En el verano de 1934 fue destinado a una obra social que, bajo el nombre de “Cultura y Acción” tenían los jesuitas en Madrid, funcionando como asociación civil. De camino hacia la capital de España tuvo la oportunidad de celebrar una misa ante al altar de la Virgen de la Peana, Patrona de Borja. Durante los meses siguientes, su labor se centró en la puesta en marcha de un sindicato católico y en la publicación de artículos en la revista Adelante, de la Juventud Sindicalista, que firmaba con el seudónimo “J. Borja” (no dejar de ser significativo que eligiera el nombre de “Borja” como seudónimo).

Durante aquellos meses puso de manifiesto su compromiso con el mundo del trabajo y con una manera de entender su acción apostólica de forma mucho más próxima a nuestra mentalidad actual. En mayo de 1935, con ocasión de una nueva visita a Borja para atender a sus padres, predicó durante la fiesta de la Virgen de la Peana, causando un gran impacto tanto en Santa María como en la Casa del Congregante en la que se reunió con los jóvenes de la Congregación Mariana. La guerra le sorprendió en Madrid, residiendo con otros jesuitas en un piso de la calle Bárbara de Braganza.

Fue detenido el 8 de agosto de 1936 y conducido a la checa Linneo, donde fue torturado y, posteriormente asesinado en la noche de ese mismo día en la pradera de San Isidro. El 16 de diciembre de 1942 fue incoado su proceso de beatificación en la diócesis de Madrid-Alcalá. Concluido el 4 de febrero de 1943, fue remitido a Roma donde aún está pendiente de resolución junto al de otros jesuitas, víctimas de la Guerra Civil.


Gracias a las imágenes del cadáver tomadas por la Policía, con algunos datos acerca del lugar de su enterramiento pudo ser identificado tras la guerra, pero la exhumación de sus restos de la fosa común en la que supuestamente se encontraba no fue concluyente, entre otras razones porque en aquellos momentos no existían las técnicas actuales. En opinión de su biógrafo, el P. Azpiazu S. J. (cuya obra tenemos en nuestra biblioteca) ello podría suponer algún problema para la feliz conclusión del proceso, aunque es mucho más probable que en ello haya influido el poco interés de la Compañía de Jesús en su tramitación.

Cuando fue iniciado el proceso para la beatificación de un mártir era necesario probar un milagro realizado por su intercesión, aunque desde la reforma de 1983, ya no se requiere en estos casos. No obstante, en la obra del P. Azpiazu se mencionan algunos hechos llamativos que se aportaban sin que hubiera una declaración expresa de su carácter milagroso. Dos de ellos habían ocurrido en Borja. Uno era el del hijo de “un herrero” que contrajo una meningitis, enfermedad sumamente grave en aquellos momentos, de la que curó sorprendentemente tan pronto como colocaron una estampa del P. Ballesta bajo su almohada. En el otro caso cita expresamente el nombre de su protagonista, Dª. Josefina Pablo, a la que le desapareció el tumor del que iban a intervenirle, tras rezar una novena al Siervo de Dios.


         En el libro se inserta también esta fotografía de sus padres D. Manuel Ballesta y Dª. Francisca Tejero. De esta última conservamos numerosas referencias acerca de la entereza con la que asumió la muerte de su hijo que, como hemos dicho, era el menor de los seis que tuvo el matrimonio. Todos, salvo Jesús, habían nacido en Borja ya que el matrimonio pasó a regentar la hospedería de Veruela en 1902, estando ya la madre embarazada y, por ese motivo, vino al mundo en el monasterio el primer día del año siguiente, siendo bautizado el 3 de enero en la iglesia parroquial de Vera del Moncayo.

         Al tener noticia de su trágica muerte, su madre la “señora Paca” como era conocida en Borja, corrió a rezar ante la Virgen de la Peana. Cuentan los que lo presenciaron que, al preguntarle si iba a pedir por su hijo, contestó con entereza: “No, rezo por los que lo mataron”. Hubo quien, intentó consolarla diciendo: “Qué suerte Paca, ahora que tienes a tu hijo en el cielo, podrás pedir lo que quieras” y aquella mujer admirable respondió: “Para qué recurrir a un hijo si siempre ha estado conmigo ayudándome el Padre”. 


Esta es la oración para pedir la intercesión del Siervo de Dios, cuya causa de beatificación está detenida en Roma desde 1943. En la parte inferior aparece el nombre de quien, probablemente, fue vicepostulador de la misma, el P. Francisco Javier Peiró Peiró S. J. (1883-1969) un destacado jesuita, como predicador y escritor, que había sido deán de la catedral de Cádiz y, a los 40 años, ingresó en la Compañía de Jesús. 






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