Para quienes visitan Soria, un paseo obligado es el que, desde la carretera N-122, conduce hasta la ermita de San Saturio, atravesando primero la antigua iglesia del monasterio templario de San Polo, único resto conservado del mismo.
Hoy es
propiedad particular, convertida en vivienda y rodeada de unos preciosos
jardines que causan admiración en quienes discurren a su lado.
Desde San Polo,
son unos dos kilómetros los que hay que recorrer hasta llegar a San Saturio,
bordeando el Duero, por un camino asfaltado, jalonado por esos árboles a los
que se refería Antonio Machado en unos versos que aparecen en la lápida situada
al final del recorrido: “Estos chopos del río que acompañan, con el sonido de
sus hojas secas, el son del agua cuando el viento sopla, tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres de enamorados, cifras que son fechas”.
Y todo ello, junto al río y sus cuidadas márgenes. En la otra orilla hay también un bonito paseo con jardines, que termina en un aparcamiento para autocaravanas, junto al cual se puede pasar a San Saturio por una pasarela.
Para quienes no
conozcan la ermita, les sorprenderá su ubicación excavada en la roca, por el
interior de la cual se accede a la parte superior, la del templo propiamente dicho
que, en esta ocasión, no pudimos visitar por estar siendo restaurado.
A la entrada de
la gruta puede verse una vidriera que muestra al San Saturio, Patrón de Soria,
un santo eremita visigodo que, según la tradición vivió en la cueva, donde
recibió la visita del joven San Prudencio, que le pidió vivir con él, teniéndole
como maestro.
San Saturio había
dedicado uno de los espacios de la cueva a San Miguel, donde fue enterrado,
hasta que sus restos fueron llevados a la ermita edificada sobre la roca.
Para el cuidado
de la ermita hubo siempre un ermitaño que residía allí donde ahora se han recreado
las instalaciones de las que disponían, siendo los encargados de recaudar
limosnas para el mantenimiento del templo y su sustento.
La visita, además del interés propio del monumento, representa una inmersión en la poesía de Machado. En otra placa, se reproducen también varios versos de su obra Campos de Soria, referidos a este privilegiado lugar:
“He vuelto a ver los álamos
dorados,/ álamos del camino en la ribera/ del Duero, entre San Polo y San
Saturio,/ tras las murallas viejas/ de Soria – barbacana/ hacia Aragón, en
castellana tierra.”
Y nada mejor,
para despedirnos, que estos preciosos versos de la misma obra: “¡Gentes del
alto llano numantino/ que a Dios guardáis como cristianas viejas,/ que el sol
de España os llene/ de alegría, de luz y de riqueza!”. Que así sea…
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