lunes, 14 de junio de 2021

Obras con dedicatorias autógrafas de sus autores

 

          Hay veces en las que, de los libros que recibimos, parece deducirse el deseo de desprenderse de ellos por parte de quienes nos lo remiten. Eso nos ha ocurrido ahora con la Carta Pastoral San Benito, huella de Dios en los caminos de la Iglesia, verdadero gigante de la historia que el Cardenal Primado D. Marcelo González Martín escribió en 1980 con motivo del XV centenario de nacimiento de San Benito.


         Sin embargo toda obra tiene un interés que, en este caso, se ve acrecentado por el hecho de contar con la dedicatoria autógrafa del cardenal al que fuera Director del Museo de Ciudad Real. Ello nos ha hecho reflexionar sobre algo a lo que no hemos dedicado, hasta ahora, especial atención: a las dedicatorias existentes en los libros de nuestra biblioteca que son muchas y, en algunos casos, especialmente interesantes. Podría servir como trabajo de investigación para alguna persona interesada en este tema.


         Al mismo tiempo nos ha permitido recordar a D. Marcelo González Martín (1918-2004) un personaje cuya doctrina y testimonio iluminó a la Iglesia y a la sociedad española en tiempos de rápidos cambios.

         Nacido en Villanubla (Valladolid) cursó los estudios eclesiásticos en el seminario de Valladolid y, posteriormente, se doctoró en Teología en la Universidad de Comillas. Tras una intensa labor pastoral en su diócesis, en 1961 fue consagrado obispo de Astorga y, cinco años después, el Papa Pablo VI lo envió a Barcelona como obispo coadjutor de nuestro paisano el arzobispo D. Gregorio Modrego, al que sucedió en 1967, enfrentándose al rechazo de un sector del clero y la sociedad que ya entonces gritaba “¡Queremos obispos catalanes!”.

         El 3 de diciembre de 1971 fue promovido a la archidiócesis de Toledo y, en marzo de 1973, fue creado cardenal. Tras serle aceptada la renuncia por edad, en 1995, se retiró a una residencia de Fuentes de Nava (Palencia) donde falleció.


         Pero, mucho más importante es el haber podido disfrutar con la lectura de su pastoral en la que trata sobre la figura de San Benito de Nursia (480-547), el impulsor del monacato occidental al San Juan Pablo II  definió como “verdadero gigante de la historia”.

         La pastoral se estructura en tres partes que tratan sobre la persona del Santo, su obra y la irradiación perenne de la misma. San Benito fue un hombre extraordinario que no sólo sentó las bases de las diversas comunidades de monjes que abrazaron su regla, sino que, por su ingente labor, es considerado Patrón de Europa.

         Jaime Balmes ponía de manifiesto la importancia de aquel que, en su opinión, era uno de esos hombres que, de vez en cuando, aparecen sobre la tierra como ángeles tutelares del género humano. Porque a San Benito le tocó vivir una época donde todo se desmoronaba, “todo se cae a pedazos, todo perece: la religión, la moral, el poder público, las leyes, las costumbres, las ciencias, las artes...” y cuando todo estaba zozobrando aparece él para iluminar al mundo, evitando su disolución al infundirle un principio de vida nueva.

         Es por ello, por lo que en momentos igualmente convulsos como los actuales, volvamos los ojos hacia ese Patrón de Europa, bien para seguir su ejemplo o para pedir que, por su intercesión, el Señor envíe a hombres de su talla y virtud para evitar el naufragio al que da la impresión que nos encaminamos.





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