miércoles, 9 de junio de 2021

Incendio en San Sebastián con víctimas borjanas

 

         En el cementerio de Polloe del barrio de Egía de San Sebastián se encuentra este monumento dedicado a las víctimas de la mayor tragedia acaecida, en tiempo de paz, en la capital donostiarra: el incendio que el 19 de marzo de 1893 arrasó tres edificios de la calle Urbieta ocasionando la muerte de 25 personas, entre ellas varias relacionadas con nuestra ciudad.


         El monumento, costeado por suscripción popular fue realizado en el taller marmolista de Francisco Eguren y en el círculo superpuesto a la cruz aparece la frase “Spes única” y en la basa, la letra “Omega” y una palma junto con la inscripción “Víctimas del incendio de la calle Urbieta. 1893”.

         El suceso que conmocionó a toda la población se inició sobre la dos de la madrugada del día de San José, en el sótano del nº 6 de la citada calle donde D. Benito Odriozola, propietario de un comercio situado en la planta baja en el que dispensaban una amplia gama de productos, desde comestibles y confitería hasta bebidas alcohólicas y material de droguería. Esa era la razón por la que se almacenaba en el sótano varias garrafas de alcohol que se prendieron con el fuego de una estufa. El Sr. Odriozola intentó controlar las llamas, pero no pudo impedir su rápida propagación por toda la casa y las viviendas colindantes, las correspondientes a los números 4 y 8 que terminaron siendo destruidas, aunque dio tiempo para evacuar a sus vecinos.


         No ocurrió lo mismo con los del nº 6, sorprendidos en pleno sueño. Algunos pudieron huir como lo hizo el teniente Sr. Arroyo y su cuñado Malaquías Calvo que era natural de Borja. Vivían en el cuarto piso y lograron salir al tejado pero se percataron que atrás había quedado el resto de la familia, decidiendo volver en su busca. Primero lo hizo Malaquías y, cuando intentó seguirle su cuñado, el humo y las llamas se lo impidieron. Fue el único que se salvó, pues entre los escombros quedaron sepultados Malaquías Calvo de 30 años; su hermana Gregoria Calvo de Arroyo, de 44 años; dos sobrinas llamadas Isabel y Paula Santa Magdalena Calvo de 15 y 6 años respectivamente, así como Francisca Calvo Ventura, de 62 años, madre de Malaquías y Gregoria.

         Malaquías de quien en La Voz de Huesca se señalaba que era “inteligente y apreciadísimo tornero” era además el tesorero de la Sociedad de Socorros “La Unión Obrera” que, según El Diario Vasco, era una de las más pobres de la ciudad, dándose la circunstancia de que, por acuerdo de la comisión, Malaquías guardaba en su casa todos los fondos de la sociedad que ascendían a unos 5.000 reales, los cuales se perdieron en el incendio.

         Otro caso terrible fue el de José Ramón Varela un popular zapatero que había presentado sus trabajos en la exposición universal de Chicago. Vivía en el quinto piso y, en un primer momento, pudo llegar hasta el patio con su esposa Martina Goenaga pero, al darse cuenta de que, con la precipitación, se habían olvidado de los niños, volvieron subir a recogerlos, muriendo todos en el empeño. Marido y mujer tenían 30 años y los niños era Manuel de 10 años y Beatriz de 9 años.


         A la gravedad del incendio contribuyó la ineficaz organización del servicio contraincendios cuyos miembros trabajaron denodadamente pero con sin contar con los medios necesarios, dándose la circunstancia de que, en un primer momento, no pudieron utilizar las mangueras al haberse instalado recientemente en ese sector de la ciudad unas bocas de riego diferentes, para las que no tenían el necesario dispositivo de acoplamiento. 





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