En
un artículo anterior hicimos referencia al Descendimiento que, en la tarde del
Viernes Santo, tuvo lugar en la ermita del Rosario de Ambel. Lo interrumpimos
en el momento el que la imagen que acababa de ser retirada de la Cruz, era
depositada en el arca. Esa ceremonia tiene su continuidad con el Entierro de
Cristo que tiene lugar inmediatamente después. Cuando lo conocimos por vez
primera, hace ya muchos años, nos llamó la atención su gran semejanza con el de
Borja. Más tarde, a través de la obra de Antonio Aragón Pérez, Mis recuerdos de Ambel, pudimos saber
que su creación se debió al impulso del borjano Nicolás Almau, establecido en
esa localidad y en él unió varias tradiciones de su ciudad de origen.
En
la procesión de Ambel toman parte los pasos que representan la Oración en el
Huerto, la Flagelación, Jesús con la Cruz a cuestas y la Crucifixión.
Corresponden a los Misterios Dolorosos del Santo Rosario (falta el de la
Coronación de Espinas) que, en Borja, desfilan en la tarde del Jueves Santo.
Todos ellos van saliendo del recinto del templo para situarse en el lugar
correspondiente.
Escoltada
por los alabarderos y el Centurión con el ángel o “paje” como también es
denominado aquí, sale el arca o caja, con su peculiar diseño que fue obra de
los hermanos Leoncio y Bruno Pérez Trívez, carpintero y herrero
respectivamente.
Le
sigue la imagen de la Virgen de los Dolores y los Santos Varones José de
Arimatea y José Nicodemus que han tenido un protagonismo especial en el
Descendimiento y también intervendrán en el Entierro de Cristo.
Llevan
en sus manos los perfumes y lienzo con el que prepararán el cuerpo del Señor,
antes de su sepultura. El vestuario de los mismos se ha mantenido pero ya no
llevan las largas barbas postizas que recordamos de otros años.
Son
cuatro los alabarderos que dan escolta al arca. Al frente de ellos se encuentra
el Centurión cuyo uniforme sólo se diferencia de los anteriores por el color de
la túnica, más rojo, y la cimera del casco. El ángel o paje viste túnica verde
y porta en la mano un cayado o bastón.
Acompañando
a la procesión iba una nutrida agrupación de tambores de la Cofradía de Ntra.
Sra. de los Dolores y de Jesús camino del Calvario de Bulbuente, con sus
vistosos hábitos.
Sin
embargo, el ritmo del desfile de los alabarderos viene marcado por una caja
propia que, antaño, era la única música que se oía, resultando verdaderamente
impresionante su sonido en medio del profundo silencio en el que se vivía este
Entierro de Cristo.
La
comitiva recorre las calles de la villa para dirigirse a la plaza de San Miguel
en donde, frente a la hermosa fachada de su iglesia parroquial, se ha instalado
un tablado, donde tiene lugar el Entierro de
Cristo. No pudimos estar presentes, por tener que trasladarnos a
Tabuenca, pero D. David Ferrer nos han remitido algunas imágenes que nos permiten
relatar su desarrollo con otras fotografías antiguas.
Una
vez colocada la caja en el tablado, suben al mismo José de Arimatea y José
Nicodemus para preparar el cuerpo de Cristo con sus perfumes. En la fotografía
que hemos insertado pueden verse a esos mismos personajes con las barbas que
llevaban, así como los estandartes que, al igual que en Borja, rodeaban el
tablado y que este año no han desfilado.
Seguidamente,
sube el Centurión, acompañado por el paje que le va marcando los movimientos
con el bastón que lleva en su maño derecha, mientras que en la izquierda porta
una bandeja con los sellos con el que el Centurión sellará el arca, los cuales
son colocados en los tramos más largos de la caja.
Finalizada
la ceremonia y con los sellos pendientes, la comitiva emprende el camino de
retorno al templo del que partió.
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