La
última edición del Diccionario de la Real Academia Española admite ya la
palabra “grafiti” para denominar a un “dibujo hecho a mano por los antiguos en
los monumentos”. Y estos dibujos son muy abundantes en las paredes de cualquier edificio de varios
siglos de antigüedad, realizados en unos casos con un lápiz y, en otros,
mediante incisión en el enlucido de yeso que generalmente quedaba sin pintar.
Hace pocos días, al subir al coro de la ermita del Rosario de Ambel para
fotografiar la ceremonia del Descendimiento, pudimos las paredes de la escalera
de acceso cubiertas con numerosos grafitis.
Lo
llamativo era que muchos de ellos representaban armas de fuego, algo que
pudiera parecer inapropiado para un lugar de culto. Sin embargo, este tipo de
dibujos suelen ser frecuentes, ofreciendo una rica variedad de modelos de armas
blancas y de fuegos, así como de embarcaciones. En el caso de Ambel, por
tratarse de una antigua posesión de la Orden de San Juan, pudiera resultar
justificado este interés.
En
el palacio de Bulbuente el repertorio es muy variado, ya que comprende pájaros,
escenas de hombres luchando, barcos, inscripciones etc. Todas ellos han sido
cuidadosamente calcados dentro del proceso de rehabilitación del edificio. En
una reciente visita Enrique Lacleta fotografía este dibujo en el que aparece una
figura humana que viste un vestido negro, ceñido con un cinturón del mismo
color. Se toca con un sombrero puntiagudo y en su mano derecha lleva lo que, al
menos, parece una vara pero que si dejamos volar la imaginación de transforma
en escoba, lo que permite interpretar el conjunto como la representación de una
bruja, aunque esta hipótesis no nos parezca demasiado concluyente.
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