El
Santuario de Misericordia ha sido tradicionalmente un centro de irradiación de
la devoción mariana en el que se dieron cita romerías periódicas, impulsadas en
muchas ocasiones por los prelados turiasonenses. Ese fue el caso de la célebre
romería de 1900, convocada por D. Juan Soldevila y Romero que, años más tarde,
murió asesinado en Zaragoza siendo arzobispo de esa sede y cardenal. Aquella
romería congregó a numerosos devotos procedentes de toda la comarca y de las
provincias próximas, alguna de cuyas banderas aún se conservan en el Santuario.
En nuestro archivo se encuentran también diversos impresos relacionados con ese
acontecimiento que dio lugar al cambio de nombre de la calleja de la Cal por el
de Romería.
Posteriormente,
hubo otras pero hoy queremos recordar a la “Gran Romería Comarcal” que tuvo
lugar el 20 de junio de 1948, con ocasión de la “restauración” de la imagen de
la Virgen llevada a cabo por los Hermanos Albareda y en rogativa por “el Papa,
por la paz del mundo, por España y por su invicto Caudillo”. Era la primera que
se llevaba a cabo, retomando “añejas tradiciones” que “quizá pudieran parecer
olvidadas” tras los “tiempos iconoclastas de la República laica”. Así lo
manifestaba la comisión organizadora en el pregón que aparecía en el programa
editado en los Talleres de El Noticiero,
que reproducimos aquí y en el que también puede verse el “Himno de la Romería”
con letra de D. Pablo Pérez Montorio y música “del malogrado maestro D. Ángel
Pereda”, fallecido en 1919.
En
el Centro de Estudios Borjanos se conserva también el magnífico cartel
anunciador, obra del dibujante borjano José Pelayo Lahuerta que hizo un
excelente trabajo y que fue impreso en la litografía zaragozana de J. Gracia. En
nuestra opinión, es el primer cartel ilustrado de nuestra ciudad.
Como
hemos señalado, uno de los motivos para llevar a cabo la romería fue la conducción
de la imagen de la Virgen al Santuario, tras su restauración. Sin embargo, ello
se hizo coincidir con la formulación del “Voto Asuncionista” por la ciudad,
representada por su Alcalde D. Jesús Pellicer Bernal. Se venía a recordar un
voto similar realizado muchos años antes, en favor de la Inmaculada Concepción.
En 1948, aún no era dogma de fe la Asunción de la Virgen a los cielos, pues fue
proclamado por S. S. el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950, pero para “presionar”
al Pontífice en muchas partes del mundo se estaban realizando estos votos que,
por otra parte, propiciaban un clima favorable a la definición dogmática.
En
el programa que reproducimos figuraba una composición poética de D. Gerardo
Mendiri, compuesta para la ocasión. Los actos habían sido preparados
cuidadosamente y, antes del día señalado, hubo un triduo en Santa María, “con
sermón a cargo de un Padre de Veruela”, ante la imagen de la Virgen que era la
primera vez que se veneraba en Borja, tras muchos siglos.
Así
se llegó al 20 de junio. A las seis de la mañana hubo Misa de Comunión General
en ambas parroquias y a las siete partió de Santa María la procesión en la que
la imagen de la Virgen era llevada en andas, acompañada por las cuatro ramas de
la Acción Católica y todas las Cofradías y Asociaciones con sus banderas y
estandartes.
Llegados
al Santuario tuvo lugar a las once de la mañana una “Misa rezada de campaña”,
con la presencia del obispo de la diócesis Excmo. y Rvdmo. Dr. D. Manuel
Hurtado García, autoridades provinciales y la corporación municipal de Borja,
en pleno. Predicó la homilía el Sr. Obispo y al término de la ceremonia recibió
el voto asuncionista emitido por el Sr. Alcalde.
Por
la tarde, se procedió a la erección de Via Crucis donado por el Obispo de
Barcelona, Dr. D. Gregorio Modrego Casaus, “en delicado homenaje de profunda
devoción a la Virgen de Misericordia, heredada de sus padres” pues, como saben
nuestros lectores, era natural de El Buste. Este Vía Crucis es el que se
encuentra en el interior del templo y diferente de las cruces que jalonan el
monte hasta la ermita del Calvario, donde ese día se efectuó un “Solemne Via
Crucis” que dio término a esta impresionante romería que contó con la asistencia
de una gran multitud de personas que, siguiendo las instrucciones impartidas en
el programa “olvidaron ese día memorable toda diversión mundana y pecaminosa”,
esmerándose para que “todo el Santuario fuera un inmenso templo de oración y
penitencia por las intenciones indicadas”. A mayor Gloria de Dios y de su
Bienaventurada Madre la Virgen María.
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