El 24
de marzo de 1545 fue bautizado en la iglesia parroquial de Calcena D. Juan de Zornoza y Guisana. Militar
destacado, fue Capitán de Infantería en Flandes y allí cimentó un sólido
prestigio militar. Durante la campaña de Portugal de 1570, intervino como
Sargento Mayor de uno de los tercios y estuvo a punto de ser nombrado Maestre
de Campo.
Marchó
después a Alemania, donde en 1595 recibió de manos del rector del monasterio de
Mariekamp una cabeza de las “Once Mil Vírgenes”, junto con otras reliquias que,
en 1692, donó a la iglesia de su localidad natal. Comoquiera que los habitantes
de Calcena desconocían el nombre de la mártir, introdujeron todos los que se
les ocurrieron en una bolsa y, tras salir por tres veces el de Santa
Constancia, quedó acreditado que era la que desde entonces se convirtió en
Patrona de la villa. Juan de Zonrnoza falleció en 1610, desempeñando el cargo
de Alcaide de la ciudadela de Pamplona.
El 24 de marzo de 1742
fue bautizado en Zaragoza D. Antonio
Amar y Borbón, hijo del ilustre médico borjano D. José Amar Arguedas y de
Dª Ignacia de Borbón. A los 20 años sentó plaza en el regimiento de caballería
de Flandes, iniciando una brillante carrera militar. Tras participar en
numerosas campañas, en 1802 alcanzó el empleo de Teniente General y el 2 de
junio de 1803, Carlos IV le nombró Virrey del Nuevo Reino de Granada.
Antes
de partir para el Nuevo Mundo, se despidió de sus allegados en Borja y Sádaba,
de donde era natural su esposa. Fue entonces cuando donó a la colegiata de
Santa María el cuadro de San Cristóbal que hoy se exhibe en el Museo de la
Colegiata y en el que figuran sus armas personales.
Tras
desembarcar en Cartagena de Indias, llegó a Santa Fé de Bogotá el 16 de
septiembre de 1803, donde tuvo que enfrentarse a los movimientos
insurreccionales, aunque no quiso hacer uso de la fuerza. De hecho, hubo un
momento en el que llegaron a proponerle proclamarle rey, ofrecimiento que
declinó. Sin embargo, el 25 de julio de 1810 fue detenido por los insurgentes que
sometieron al matrimonio a numerosas vejaciones. La virreina llegó a ser
arrojada a un albañal pero, ante el curso de los acontecimientos la burguesía
local optó por dejarles marchar a Cartagena, desde donde viajaron a la
península que todavía estaba en guerra. Hasta 1818 no pudieron llegar a
Zaragoza, donde murió la virreina. Él llegó a ocupar el puesto de Consejero
Honorario de Estado y Capitán General de Aragón. Falleció en Zaragoza en 1826.
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