El 28 de julio de 1936 alcanzó la palma del
martirio el beato Antonio Lasa
Vidaurreta, que había nacido en Loizu (Navarra) el 28 de junio de 1913. Era
hijo de Miguel Lasa y de Josefa Vidaurreta, un matrimonio de profundos
sentimientos religiosos que tuvieron cinco hijos. El mayor, Félix, fue médico;
Eduardo que ingresó como Abogado del Estado y desempeñó importantes cargos en
la Administración; Antonio, el nuevo beato; Higinio que, como heredero único,
quedó a cargo de la hacienda familiar y contrajo matrimonio en nuestra ciudad;
y Fermín, el menor, que fue militar.
Loizu (Navarra) |
Periódicamente,
visitaban Erro, cabecera del valle al que pertenece Loizu, unos misioneros que,
con sus charlas, despertaron la vocación religiosa de Antonio quien, al cumplir
los once años, fue admitido como postulante en la casa que la Congregación de
Hijos del Inmaculado Corazón de María, conocidos popularmente como misioneros
claretianos, tenían en Santo Domingo de la Calzada.
De allí pasó a Salvatierra,
donde realizó el noviciado y, posteriormente, a Beire para cursar los tres años
de Filosofía. Los estudios de Teología los hizo en Santo Domingo de la Calzada
pero, al terminar el tercer curso, obtuvo permiso para pasar a la provincia
claretiana de Bética, cuyo teologado estaba en Zafra, adonde llegó en 1935. Las
circunstancias del momento aconsejaron el cierre de la casa, pasando los
alumnos a la casa de Ciudad Real, donde les sorprendió el inicio de la Guerra
Civil.
El
23 de julio de 1936, el edificio fue incautado por las milicias populares y los
estudiantes tuvieron que refugiarse en el convento de carmelitas de esa ciudad.
Allí les fue comunicada por el propio Gobernador Civil, su condición de
detenidos, sin explicarles las razones de esa decisión. Finalmente, unos días
después fueron autorizados a trasladarse a Madrid, con los salvoconductos que
les fueron facilitados.
Antigua estación de Fernán Caballero |
En la estación de Ciudad Real la multitud
congregada intentó impedir que subieran al tren los 14 alumnos claretianos, con
gritos de “¡No los dejéis marchar! ¡Son frailes! ¡Matadlos!”. Finalmente, el
convoy se puso en marcha, pero en la siguiente estación que era la de Fernán
Caballero, el tren fue asaltado y los 14 jóvenes fueron asesinados en el mismo
andén.
Uno de ellos era
Antonio Lasa Vidaurreta que tenía en esos momentos 23 años recién cumplidos.
Curiosamente, su nombre figura en las lápidas de los caídos de Borja que hoy se
conservan en el Cementerio Municipal, aunque no había nacido aquí ni llegó a
visitar nunca nuestra ciudad.
Ello se debe a que al quedar viuda su madre, en 1927, se trasladó a
vivir a Borja con todos sus hijos, salvo Antonio que, como hemos señalado,
había ingresado en la congregación de los claretianos tres años antes. Aquí
contrajo matrimonio su hermano Higinio, con Ana Bonel, y en Borja está
enterrada su madre y Celestino Itoitz con el que se casó en segundas nupcias y
ejerció como padre de los niños.
Los restos de Antonio
Lasa y sus compañeros mártires fueron inhumados, inicialmente, en el cementerio
de Fernán Caballero. Al finalizar la guerra fueron trasladados al panteón que
los claretianos tenían en Madrid y, en 1950, se llevaron a la parroquia del
Inmaculado Corazón de María de la capital de España.
Finalmente, fueron
inhumados en la parroquia de San Antonio María Claret de Sevilla, donde reciben
culto, tras la ceremonia de beatificación, llevada a cabo por San Juan Pablo II
el 13 de octubre de 2013, en una ceremonia en la que estuvo presente su familia borjana.
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