La
visita guiada a la colegiata de Santa María de Borja que tuvo lugar en la tarde
de ayer, dentro de las actividades veraniegas programadas por los museos de
nuestra ciudad, constituyó un gran éxito, superando una vez más todas las
previsiones, dado que fueron más de 200 personas las que asistieron a la misma.
Fue
dirigida por el Dr. D. Alberto Aguilera Hernández quien, en primer lugar, habló
sobre la historia del templo y las sucesivas reformas a las que fue sometido en
el transcurso del tiempo, hasta adquirir el aspecto actual que responde a la
rehabilitación efectuada en los últimos años del siglo XVIII y comienzos del
XIX.
Posteriormente,
se inició el recorrido por sus diferentes espacios, deteniéndose en primer
lugar en el coro, un conjunto de gran interés que pertenece a esa familia de
coros aragoneses del que también forman parte otros como el de la Seo de
Zaragoza.
Hizo
alusión a continuación al órgano que conserva la mazonería del segundo de los
instalados en la colegiata, datado en el siglo XVI, al que recientemente nos
referimos al hablar de Juan Sanz de Tudelilla que fue quien la construyó, con
ayuda de un carpintero local.
Con
las lógicas limitaciones que imponían el elevado número de asistentes, se
recorrieron todas las capillas, dedicando especial atención al retablo mayor,
obra de los hermanos Mesa, donde señaló la presencia de la alegoría a la Santa
Cruz que figura en la calle central, por ser patrona de la ciudad y muy
anterior a la Virgen de la Peana, cosa que a algunas personas les sorprendió.
La
visita finalizó en el claustro, actualmente en proceso de restauración y en el
que próximamente se acometerá una nueva fase de apertura de sus ventanales
cegados. El desarrollo de la visita y la respuesta obtenida viene a demostrar
el interés que despierta este tipo de actividades que tendrá continuidad a lo
largo de este verano con otras de diversa índole, como talleres y visitas a
otros templos.
Tal
como habíamos anunciado, el M. I. Ayuntamiento ofreció un vino de honor a todos
los presentes en la planta superior del Museo de la Colegiata, bajo las torres
de la colegiata que ofrecían este espectacular aspecto. Ello permitió visitar
las salas del museo, lo que para quienes habían llegado desde otros lugares
constituyó una sorpresa, por la calidad de los fondos que se muestran y la
belleza de sus espacios.
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