domingo, 9 de julio de 2017

El convento de La Rábida y Juan de Coloma


         Entre los monumentos que visitamos durante el reciente congreso, destaca el convento franciscano de Santa María de la Rábida, situado a orillas de la desembocadura del Tinto y el Odiel, monumento de singular importancia dada su íntima relación con la gesta colombina.




         A las puertas del mismo llegó, como nosotros, el futuro almirante acompañado por su hijo Diego, en fecha indeterminada de 1485 y, posteriormente, en 1491. Allí trabó amistad con fray Juan Pérez y fray Antonio de Marchena, dos figuras claves en el dilatado proceso que condujo a la firma de las Capitulaciones de Santa Fe que hicieron posible el Descubrimiento. Ellos le facilitaron alojamiento y propiciaron las relaciones con los Reyes, alentándolo incluso en los momentos más difíciles.




         Aunque se ha querido retrotraer el origen del convento al siglo XIII, la carta fundacional del mismo lleva fecha de 7 de diciembre de 1412 y de esa época se conserva, además de la portada de acceso, la parte inferior del claustro de la comunidad, construido en ladrillo.





         La iglesia de nave única se cubre con un artesonado mudéjar que no es el original, dado que el templo sufrió los efectos del terremoto de Lisboa que provocó el derrumbamiento de la techumbre. Según la tradición se levantó sobre una antigua rábita almohade y el acceso desde el claustro se realiza a través de un arco de clara influencia de esa época.




         En una capilla lateral se venera la imagen de Nuestra Señora de la Rábida o Virgen de los Milagros. Realizada en alabastro, es una bella muestra del gótico francés del siglo XIV.

         Ante ella oró Colón y todos los hombres que iban a embarcar en la Santa María, la Pinta y la Niña, para emprender el viaje en busca de las Indias. Se había fijado la partida para el 3 de agosto de 1492 y el 2 se reunieron en la Rábida. Al margen del deseo de encomendar a la Virgen el éxito de su arriesgada navegación, se da la circunstancia de que ese día puede lucrarse en todos los conventos franciscanos, la indulgencia plenaria que originalmente concedió el papa Honorio III a San Francisco para la iglesia de la Porciúncula, privilegio conocido como el “perdón de Asís” que luego se extendió al resto de conventos de la orden. Por lo tanto, la visita a la Rábida respondió también al deseo de emprender el viaje en las mejores condiciones espirituales.




         La Virgen fue coronada canónicamente por San Juan Pablo II, el 14 de junio de 1993, cuando visitó el convento, como recuerda una placa, siendo la única ocasión en la que un Pontífice ha coronado a una imagen española. En el claustro de la hospedería se ha colocado también esta curiosa imagen del Papa.




         El convento, al que suele denominarse monasterio, además de su significado espiritual, constituye un hito fundamental para la historia del Descubrimiento y la Evangelización de América. Actualmente es visitado por más de 80.000 personas al año, las cuales pueden recorrer las distintas dependencias, comenzando por la conocida estancia con los frescos de Daniel Vázquez Díaz.





         En torno al claustro de la comunidad puede verse la llamada “Sala de las Conferencias”, donde se dice que Colón y el P. Marchena debatieron los detalles del viaje; el refectorio reconstruido como pudo estar en esa época; o la supuesta celda de fray Antonio de Marchena.





         No es la Rábida un lugar dedicado a ensalzar la figura de mosén Juan de Coloma, el borjano que como representante de los Reyes suscribió las capitulaciones de Santa Fe, sino la del otro firmante, fray Juan Pérez, en este caso en nombre de Colón. Sin embargo, encontramos recuerdos de nuestro paisano, como este lienzo de Vázquez Díaz en el que aparece sentado en primer término, con un curioso atuendo.





         Su firma también aparece en las reproducciones de los documentos que se exhiben en la parte superior del claustro, convertida en un pequeño museo, donde se resalta el papel de la reina Isabel, relegando a un segundo plano, al menos en las explicaciones que nos dieron, la figura de D. Fernando y, por supuesto, la de otros aragoneses cuya contribución fue especialmente significativa como el tesorero Luis de Santángel que aportó los fondos precisos para el viaje, de su propio peculio.



         La pieza más interesante que se muestra es esta espada que perteneció al capitán D. Gonzalo de Sandoval, el cual acompañaba a Hernán Cortés durante su estancia en el convento, donde falleció inesperadamente, siendo enterrado en su iglesia.





         Por su valor sentimental debemos mencionar la sala en la que se conservan las banderas de todos los países americanos (la última en incorporarse ha sido la de Haití), con un cofre con tierra de cada uno de ellos.




         No queremos termina sin una referencia al que fuera Gobernador Civil de Huelva D. Mariano Alonso del Castillo quien, en 1851, hizo posible la salvación del convento de la Rábida que, tras la Desamortización, había quedado completamente arruinado, llegándose a plantear su derribo. Gracias a él y al empeño de la Sociedad Colombina, hoy sigue siendo una ventana abierta hacia el Nuevo Mundo y punto de unión con las tierras del otro lado de la mar.

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