Según
ha dado a conocer el diario La Vanguardia
(titulado La Vanguardia Española
entre 1938 y 1978) en su edición del 24 de diciembre la corporación municipal
de Barcelona, presidida por Dª. Ada Colau, ha tomado el acuerdo de eliminar el
nombre de Juan de Coloma del callejero de esa ciudad. De esta forma las conmemoraciones
del V Centenario del fallecimiento de este ilustre borjano culminan con un
insulto a su memoria que representa un paso más en esa profunda brecha que se
va abriendo entre la comunidad catalana y el resto de España.
La
noticia no nos ha sorprendido pues el pasado 3 de octubre ya publicamos un artículo en el que comentábamos los intentos de diversos colectivos ciudadanos
para que fuera retirado el nombre de Coloma.
Cada
Ayuntamiento es muy libre de dedicar sus calles a quien considere oportuno y
los cambios de denominación se han convertido en algo habitual durante los
últimos años. Lo lamentable es que, en muchas ocasiones, estas decisiones
respondan a un profundo desconocimiento de la historia y a una visión sesgada
de la misma.
En
nuestro artículo anterior ya señalamos los errores cometidos con esta calle del
barrio de Gràcia de Barcelona que llevaba el nombre de “Secretari Coloma”, bajo
cuya denominación se indicaba “Borja 1442-1515”, lo que no es correcto dado
que, si bien nació en nuestra ciudad hacia 1442 (no conocemos la fecha exacta),
murió en Zaragoza el 14 de agosto de 1517. También se indicaba que fue
“Secretari de Joan II”, lo que siendo correcto, es incompleto pues también lo
fue de Fernando II, pero la alusión al Rey Católico se consideraba inoportuna
en una ciudad donde intentaron asesinarle en 1492.
El
informe en el que se ha basado la decisión municipal está también plagado de
errores que no son nuevos, pues como entonces pusimos de manifiesto, el 15 de agosto
de 2012, un periódico como El País
que era un referente para muchas personas, insertó un artículo firmado por
Xavier Theros con el título “Escenarios del crimen. El señor inquisidor” y el
subtítulo de “El secretario Coloma fue el introductor de la inquisición
española en Cataluña”, con auténticos dislates. Concretamente afirmaba que
Coloma era “de padre ampurdanés”, “que fue barón de Alfajarín y Valencia, conde
de Salinas, señor de Elda y Petrer y virrey de Cerdeña”. Ahí queda eso. Nuestro
Coloma convertido en conde (no lo fue) y en virrey de Cerdeña, uniendo sus
méritos a los de sus descendientes. Pero el Sr. Theros que además de escritor y
articulista de El País, es
dramaturgo, poeta y actor, afirma que “era el notario mayor de Fernando II” y
“secretario del Santo Oficio”, siendo considerado “con justicia el introductor
de la Inquisición española en Cataluña”. Ni fue notario mayor del rey, sino
Secretario de Fernando el Católico y Protonotario de la reina, ni ocupó cargo alguno
en lo que llama Santo Oficio. Ahora, en la información de La Vanguardia, se vuelve a insistir en que era secretario del
Tribunal de la Inquisición. El Sr. Theros también afirmaba que “la esposa de
Joan de Coloma era judía conversa”. Nos imaginamos que se refiere a su segunda
esposa María Pérez de Calvillo que no lo era, sino que tenía remota ascendencia
con la familia judía de los Caballería, considerándose ella miembro de la
destacada familia de los Pérez de Calvillo, procedentes de Mallén, siendo su
padre señor de Malón, señorío que heredó.
En la
misma calle se encuentra un instituto que lleva el nombre de Coloma y que como
se señala en La Vanguardia, por el
momento lo mantendrá, entre otras razones porque su cambio no es competencia
municipal. Pero estamos seguros de que encontrarán la fórmula para borrar el
nombre de Coloma del que nuestros antiguos amigos catalanes, al parecer ignoran
que fue una figura clave para la recuperación del Rosellón, esa Catalunya
irredenta que reivindican ahora.
Así se
escribe la Historia y así se educa a las nuevas generaciones. Pues bien, nosotros
tomamos nota de ello y quedamos a la espera del final de este proceso de radicalización,
con el ánimo sereno, en unos días en los
que, como otras veces ha ocurrido, los buenos deseos de paz, concordia y
felicidad, constituyen el preludio de realidades muy diferentes.
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