D.
Enrique Lacleta nos ha enviado un amplio reportaje del belén instalado en el
Auditorio de Santo Domingo, sobre cuya inauguración el pasado día 8 informamos
en este blog. Este belén que, hasta el pasado año, se montaba en el convento de
la Concepción ha sido colocado en esta ocasión en el centro de la nave de la
antigua iglesia de San Pedro Mártir, lo que permite una mejor contemplación del
mismo.
Por
otra parte, ha sido un acierto su estructuración en tres zonas bien
diferenciadas. La de la izquierda hace alusión a la ciudad de Jerusalén en lo
alto de la montaña, con su recinto amurallado y debajo un conjunto de casas que
nos recuerda a Belén, por cuyas calles deambulan personas ocupadas en los más
diversos menesteres.
El eje
central lo constituye la escena del Nacimiento, como debe ser en todo belén y
que constituye su justificación, evitando una tendencia frecuente de situarlo
en un lugar marginal, casi escondido, como si fuera una escena más de las
representadas en el conjunto.
Delante
del portal hay una prolongación rectangular en la que, junto al entorno
cercano, se reflejan con gran minuciosidad escenas de la vida cotidiana con
especial referencia a los oficios agrícolas.
Finalmente,
a la derecha, se ha dispuesto una zona dedicada a la propia ciudad de Borja,
con la reproducción de varios de sus monumentos, entre los que se ha incluido
este año a la ermita del Sepulcro, de actualidad por su reciente restauración.
Lógicamente
esta zona es la que más interés despierta entre los visitantes, identificados
con la reproducción de un espacio tan entrañable como la plaza del Mercado, con
el Moncayo al fondo; la ermita del Calvario con los molinos eólicos que el año
pasado confundimos con palomas sobrevolando la Muela, una de las fuentes del
Santuario de Misericordia, o la Casa de
Aguilar, donde se ha situado la escena de la Anunciación y esa silueta que se
adivina entre los cristales, que el malvado maquetista ha querido reflejar una
vez más.
En
suma, un belén para visitar y disfrutar con los numerosos detalles que aparecen
en el mismo y que obligan a una detenida contemplación para evitar que se nos
escapen algunos de ellos.
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