Magallón tiene una
larga tradición en el uso de la arcilla, y son de sobra conocidos los alfares o
“rallerías”, sobre los que publicamos un artículo en Cuadernos de Estudios Borjanos XXI-XXII (1989), en el que no se
incluían los tejares.
Sobre ellos nos llama
la atención hoy Pedro Domínguez Barrios, recordando que Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico Estadístico Histórico
(1845-1850) cita las tres “fábricas de ladrillo”, más conocidas como tejares,
que existían entonces en Magallón. Quedan restos de dos, ambos en el término de
Marbadón. Uno de ellos es el antiguo tejar de los Sagarra: Felipe, Mariano,
Mariano, Bienvenido y Mariano. Cinco generaciones, los dos últimos ya con
tejería mecánica en el desaparecido tejar del Quez.
Se da la paradoja de
que se ha conservado parte del antiguo tejar manual, y ha desaparecido el tejar
mecánico, ya que fue demolido.
El tejar está situado
entre el antiguo camino del cementerio y la carretera. Su emplazamiento era el
ideal para la actividad, ya que está al pie de una ladera de arcilla, lo que
permitía su extracción a pie de obra, junto a la antigua balsa, y al paso de la
acequia de Marbadón(en el plano Malvadón). Tierra y agua, elementos básicos y esenciales para esta
industria.
El tejar estaba formado
por el horno, una era o explanada para el secado de las piezas al sol después
del amasado y antes de introducirlas en el horno, y un cobertizo para resguardarlas
en caso de lluvias y tormentas. Sólo quedan restos del horno.
Este horno de tipo
árabe (pero más sencillo que los de los alfares) es de planta cuadrada, de unos
3 x 3 metros aproximadamente, con dos cámaras superpuestas en sucesión
vertical: la inferior de combustión, también llamada hogar o caldera, que queda
semienterrada, y sobre ella la de cocción del material, parte más visible del
horno por su situación y volumen. Estas cámaras están separadas por un suelo
perforado que permite el paso del calor de una cámara a la otra, y el tiro era
a cielo abierto, sin cubrir, por ello no aprovechaban mucho el calor. Este
horno se ubica entre dos tablas hoy de almendros, con un acusado desnivel, a
efectos de facilitar el trabajo, de forma que la boca de carga de leña y
junquilla está en la tabla inferior, (aún puede apreciarse) y la de la cámara
de cocción para cargar el horno de tejas y ladrillos, (desaparecida) en la
tabla alta. Los muros están formados por dos gruesas hojas: la exterior de
mampostería de yeso, y la interior de ladrillo, que con el fuego de la cochura
adquiría un precioso color arcilloso-óxido. En este horno, el muro exterior de
mampuesto era tipo "toledano" aún quedan restos de verdugadas
(hiladas de ladrillo entre paños de piedra.
A buen seguro, buena
parte de la producción de tejas y ladrillos (manuales) está en las casas
antiguas de la villa, pues en su tiempo una de las ordinaciones prohibía sacar
de Magallón tejas y ladrillos, a objeto de controlar la producción, misión
encomendada al “jurado quinto”.
Mariano Sagarra, fue
concejal en 1835, y quien abasteció de material a la gran obra de la reforma
neoclásica de la colegiata de Santa María de Borja, como ha documentado Javier
Martínez Molina en su monografía publicada por nuestro Centro.
Para cubrir la nave del
templo, entonces derruida y levantar esos arcos apuntados que se aprecian en la
imagen, fueron necesarias grandes cantidades de tejas y ladrillos. El
arquitecto responsable solicitó para su elaboración el tejar municipal, ubicado
en el término del Campo, cuya tierra era la más adecuada para la fabricación de
ladrillos. El Ayuntamiento aceptó cederlo pero con la condición de que la
realización de las obras necesarias para su habilitación corrieran a cargo de
la cuenta de la fábrica de Santa María. Se llevaron a cabo entre abril y junio
de 1827 y una vez finalizadas optaron por arrendarlo, adjudicando el contrato
al tejero de Magallón, Mariano Sagarra, que debía abonar un canon por su uso,
pudiendo vender su producción a la obra de la colegiata y a particulares.
Comenzó la producción el 11 de junio de 1827 y la última hornada salió el 24 de
octubre de 1831, dos meses antes de la inauguración del templo. En total en
dicho tejar produjo 209.138 piezas con destino a las obras, distribuidas de la
siguiente forma: 104.634 ladrillos grandes, 78.554 ladrillos pequeños, 586
tejas ordinarias, 13.981 tejas de cubierta, 11.296 tejas de canal y 87 tejones
de marca mayor. En el tejar de Magallón produjo sólo 14.100 ladrillos delgados.
Los
Sagarra solían llamarse Mariano y un nieto del anterior fue alcalde de Magallón
en 1908. Una biznieta suya, Dª María del Carmen Ibáñez Sagarra, recuerda con
orgullo que todos los ladrillos con los que se construyó la iglesia del Sagrado
Corazón de Jesús de Zaragoza (actual sede del Museo del Rosario de Cristal),
los realizó su abuelo, en este caso llamado Bienvenido Sagarra, en el
desaparecido tejar mecánico ubicado en El Quez.
El último tejero de
esta saga, Mariano Sagarra Tolosa, trabajó en el horno del Quez y Alberite,
dando fin a esta dinastía que Pedro Domínguez nos ha recordado con imágenes de
los escasos testimonios materiales que quedan de sus tejares, aunque su
producción pervive en los monumentos antes citados.
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