En el lugar que ahora
se encuentra la plaza de Pablo Iglesias y la urbanización construida en torno a
ella, se ubicaba el castillo de Mallén, un monumento de excepcional importancia
que fue ordenado demoler por el general D. Francisco Espoz y Mina, tras la
rendición de la guarnición francesa que, durante la Guerra de la Independencia,
protagonizó una heroica defensa con los pocos efectivos disponibles, al mando
del teniente Seurre.
Fue la primera pérdida patrimonial
que sufrió la localidad. Según las recientes investigaciones llevadas a cabo
por D. Javier Royo Rueda, era de planta cuadrangular y de características
similares a las del castillo de Sádaba. En su opinión, tras los trabajos
ordenados por Mina, aún se mantuvieron en pie algunos restos que fueron
desapareciendo con el tiempo. Salvo los testimonios documentales encontrados
por el citado investigador, nada se sabe del castillo ya que, cuando se
construyó la urbanización, no se hicieron las preceptivas catas arqueológicas.
Poco
después, como consecuencia de la Desamortización se produjo el abandono del
convento franciscano de Ntra. Sra. de Torrellas, situado cerca del casco urbano.
De él solo quedaba un machón de su templo, que en la imagen aparece tras el
pilar de San Antón, situado en primer término.
Afortunadamente,
se ha conservado su retablo mayor, reutilizado en la iglesia parroquial de Novillas
que, en la actualidad, tiene como titular a Nra. Sra. de la Esperamza, aunque
en su parte inferior se encuentran los emblemas de la orden franciscana,
testigos de su procedencia.
Pero
es en el conjunto de edificios que integran el casco urbano y que hicieron de
él uno de los más interesantes de nuestra zona, donde se han producido las
mayores pérdidas patrimoniales. Entre ellas destaca la del palacio de los Navas
que, a su interés arquitectónico, unía el valor histórico de haber acogido en
sus muros a algunos monarcas que visitaron la localidad, como Carlos IV.
Este edificio, de
sencilla fachada, pero en la que campeaban las armas de los Dudagoitia y
Alcaldes, propietarios del mismo, fue derribado por el Ayuntamiento, a pesar de
su valor ambiental.
En su
lugar se construyó la nueva Casa de Cultura, remendando ese estilo
neoaragonesista que se ha ido imponiendo en nuestra zona. El escudo de la
familia pasó a convertirse en un elemento decorativo de la cafetería.
Junto
a la Casa Consistorial se alzaba otro edificio de interés, también derribado
por el Ayuntamiento para construir el Hogar del Jubilado. El contraste entre
ambos es evidente. Anteriormente, la edificación del Casino ya había supuesto
una modificación importante en el aspecto de la plaza, al igual que lo acaecido
con otros edificios que conforman ese espacio.
Podríamos
citar otros casos llamativos que han supuesto pérdidas irreparables, pero
preferimos presentar dos de los palacios privados que aún se conservan. El
primero es el de los Zapata y el segundo el de los Pérez de Petinto,
recientemente desmantelado. En ambos destacan sus magníficas rejerías, entre
otros elementos de interés.
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