El arzobispo monseñor Brugués nos hizo entrega en Limburg
del dossier de prensa correspondiente al III Salón de Arte Sacro Contemporáneo,
celebrado el pasados mes de octubre en la iglesia de Saint-Germain L’Auxerrois
de París y en la que participó como Invitado de Honor el pintor chino Yin Xin.
La portada de la publicación era ilustrada con el lienzo “Virgen
con el Niño”, obra de ese autor, que se veneraba en la catedral de Notre-Dame,
que pudo ser salvado del devastador incendio, siendo trasladado, junto con
otras piezas, al museo del Louvre.
Yin Xin que, aparece en esta imagen con monseñor Brugués,
nació en Kashgar, en el corazón de la ruta de la Seda y se inició en el mundo
de la pintura realizando carteles de propaganda para el presidente Mao.
Instalado después en Francia ha desarrollado un estilo particular, intentando
alcanzar un encuentro entre el espíritu cristiano de la cultura europea y el
budismo y confucionismo del mundo chino. Pero también, muchas de sus obras se
inspiran en la propaganda comunista, a través de una lectura no exenta de un
cierto sentido del humor, sin el cual no pueden ser comprendidas.
Ese es el caso de una obra emblemática de la propaganda maoísta,
la del joven Mao marchando hacia Anyuan, creada a comienzos de la Revolución
Cultural por Liu Chun-hua y otros estudiantes del Instituto Central de Artes y
Bellas Artes de Pekín.
En ella se representa, de forma idealizada, uno de los viajes
efectuados por Mao, a esa ciudad, donde prendió la llama revolucionaria. En
palabras de la propia artista lo que quiso representar es al Presidente
transmitiendo “su espíritu revolucionario, intrépido ante el peligro y la
violencia, valeroso en la lucha, y atreviéndose a vencer. Su puño cerrado
muestra su voluntad revolucionaria, sin miedo a cualquier sacrificio y
determinado a superar toda dificultad para emancipar a China y a la humanidad,
y muestra su confianza en la victoria. El viejo paraguas bajo su brazo derecho
muestra su estilo trabajador de viajar con cualquier tiempo a través de grandes
distancias, atravesando montañas y ríos, por la causa revolucionaria. Marchando
firmemente por un terreno accidentado, el Presidente Mao es contemplado
abriendo camino para nosotros, rompiendo obstáculos en el camino de nuestro
avance y dirigiéndonos adelante hacia la victoria”.
A partir de ella, Yin Xin ha creado una obra en la que Mao
es reemplazado por la imagen de Cristo, recorriendo las tierras de China como
Señor y Salvador, ataviado con el traje tradicional y con los rasgos orientales
presentes en muchas de las creaciones de este artista.
Otro ejemplo nos lo proporciona este “dazibao” de la
Revolución Cultural en el que una joven guardia roja con el libro de Mao y un
fusil en la mano, mira desafiante, mientras en la parte superior, flota la
bandera roja y el farol de “La linterna roja” el drama revolucionario que
escribió Jiang Qing, la esposa de Mao.
Inspirado en él, Yin Xin ha creado esta otra obra en la que
la joven china, de aspecto muy similar a la anterior, lleva la Cruz y la Biblia
en sus manos, mientras que la bandera es reemplazada por la imagen de Cristo,
como símbolo opuesto a la ideología comunista.
Pero uno de sus lienzos más críticos es este otro, en el que
tomando como base uno de los eslóganes más repetidos por la propaganda
comunista: “Servir al pueblo”, le sirve para representar a varios miembros del
Comité Central, uno de los cuales lava los pies a un joven, como hiciera Cristo
en la Última Cena, en un gesto de humildad, indicando que ese es el auténtico
camino, el de la humildad, y no el de la opresión y el enriquecimiento personal
como hicieron los miembros del Partido en los más de 70 años de dominio sobre
el país, en palabras del autor.
Al fondo aparece la hoz y el martillo, junto con la Cruz, un
símbolo que había visto reproducido no hace mucho y que, incluso, llegó a
colgar de su cuello el propio Pontífice y que para el artista chino no deja de
ser una sátira del Cristianismo por lo que, como alianza imposible, representa,
aunque no lo descarta como un sueño en el futuro.
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