Lo primero que sorprende al visitante cuando accede al casco
antiguo de Limburg es el cuidado de sus edificios y la limpieza de sus calles,
todas ellas prácticamente peatonales.
El esfuerzo realizado para preservar los modelos de la
arquitectura tradicional en todos los edificios privados merece ser resaltado,
dado que entre ellos no se observa ningún elemento que contraste con la tónica
general, lo cual es sumamente infrecuente en otras latitudes.
Nuestra primera visita, tras la celebración eucarística con
la que se abrió la reunión, fue al Museo Diocesano, donde pudimos contemplar
piezas de gran interés. Nos llamó la atención este portapaz que lleva en su
centro un Agnus Dei del Papa Pío VIII.
Entre otras obras destaca el llamado “bastón de San Pedro”,
con su estuche, que en realidad es un bastón senatorial del siglo I.
Una de las salas del museo está dedicada a las piezas de
arte africano reunidas por los misioneros de la colonia del Camerún que, como
es sabido, fue posesión alemana hasta la I Guerra Mundial.
De allí pasamos a la catedral de San Nicolás y San Jorge,
construida durante el reinado del emperador Federico II (1235), aunque sus
orígenes se remontan a una pequeña iglesia, dedicada a San Jorge, que allí
existió desde el siglo VIII.
Del momento de fundación de la catedral data la pila
bautismal, de forma octogonal, con escenas del bautismo de Cristo y referencias
a los pecados capitales. También del siglo XIII es la lauda sepulcral del conde
Konrad Kurzbold, aunque las figuras que le sirven de soporte son del siglo XI.
Entre otras obras podemos destacar la representación del
árbol de Jesé, una pintura mural realizada en el siglo XVI a instancias del
matrimonio de Limburg Kalchoffen/Langenbach.
Por la tarde del jueves 14 nos desplazamos hasta la antigua colegiata
de San Lubentius en el distrito de Dietkirchen. La colegiata fue suprimida por
el príncipe de Orange-Nassau y, en la actualidad, es la parroquia de ese
distrito y la capilla de la Santísima Trinidad se reúne la comunidad
protestante.
Ubicada sobre una colina a unos tres kilómetros del centro
urbano de Limburg, destaca sus dos altas torres, unidas por un puente de madera
moderno. Desde allí se divisan unas bellas vistas de su entorno.
El templo está dedicado a San Lubentius que fue el
evangelizador del valle del Lahn en el siglo VIII. Según la tradición, sus
restos fueron depositados en un bote que navegó hasta el emplazamiento de la
iglesia que había fundado. Actualmente, se veneran en el altar mayor, salvo el cráneo
que se encuentra en el interior de un relicario en la capilla que le fue
dedicada bajo la torre norte.
El templo, de planta de cruz latina y estilo románico, se
cubre con techumbre plana y tiene una sobria decoración. Queremos llamar la
atención sobre el emplazamiento del sagrario que, en muchas iglesias alemanas,
se sitúa sobre un pilar o estructura vertical.
Entre las obras de arte allí conservadas pudimos contemplar
esta imagen de Santiago, con los donantes a sus pies y la lauda sepulcral del
caballero Dietrich von Dehrn, con los grilletes que donó a la iglesia, en
agradecimiento a su rescate, tras el cautiverio que sufrió a manos de los
turcos.
Bajo la contigua capilla de San Miguel se encuentra una
cripta con sus muros tapizados de restos óseos que sorprenden al visitante.
No es de extrañar, por lo tanto, el interés con los que los
fotografiaron nuestros compañeros franceses y alemanes. Entre ellos se exponen
algunos huesos largos con fracturas indebidamente consolidadas que, por lo
tanto, tuvieron que provocar serias limitaciones motrices a esas personas, así
como algún cráneo con orificios, probablemente ocasionados por impactos de
proyectiles.
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