La noticia del confinamiento en Talamantes del comandante
retirado D. Eugenio Esquiroz Pidou, de la que dio cuenta la prensa regional en
noviembre de 1931, nos indujo a investigar sobre las razones de este hecho del
que no teníamos noticia y de los motivos de la elección de esta localidad de
nuestra comarca para el cumplimiento de la condena que le había sido impuesta.
El desencadenante fue un hecho poco conocido, el del
descubrimiento de un supuesto complot contra la II República, como consecuencia
del cual fueron detenidos el 11 de noviembre de 1931, en la capital de España,
José Antonio Primo de Rivera, el beneficiado de la catedral de Madrid D. Andrés
de las Marías, y el comandante de Infantería D. Francisco Rosales.
El periódico El
Socialista, fundado por Pablo Iglesias, al dar cuenta de lo ocurrido
hablaba de una “supuesta conspiración monárquica” a la que calificaba de “fantástica
ingenuidad”, aunque el Ministro de la Gobernación, al informar el 23 de
noviembre a la prensa, afirmó que la conspiración “más que de carácter
monárquico era de carácter religioso-político contra el régimen” y que estaba
en vías de organización pero que, “como ha sido dominada muy pronto, no tenía
la menor importancia”.
Lo cierto es que nadie se la tomó en serio, a pesar de lo
cual el Gobierno sancionó a los que consideró implicados que eran de la más
diversa procedencia. Entre ellos, además del citado sacerdote, se encontraban
un fraile mercedario, el prefecto del colegio de jesuitas de Chamartín de la
Rosa, militares y comerciantes.
José Antonio fue puesto en libertad pero los otros fueron
condenados a ser confinados en diversos lugares apartados de la geografía
española y a algunas multas.
A la isla de Fernando Póo fueron enviados los considerados como
principales implicados, el sacerdote D. Fernando de los Ríos, el comandante D.
Francisco Rosales y D. Antonio Torrejoncillo Collazo “sin profesión conocida”.
Pero, diversas localidades aragonesas fueron elegidas como
lugar de confinamiento para otros. Además del enviado a Talamantes, D. Vicente
Rojo Cubillo, gerente de una fábrica de armas de Guernica, fue confinado un mes
en Litago; el comandante de Infantería D. Helli Rolando de Tella Cantos cuatro
meses en Ruesca (Zaragoza); y el P. Juan Campos Torreblanca S. J. un mes en
Griegos (Teruel). Por su parte, el vizconde Raminares D. Alfonso Bermúdez
Varela fue enviado tres meses a Buimango, localidad próxima a Ágreda.
Cuando más tarde, tras el pronunciamiento del general
Sanjurjo, hubo nuevas condenas, se eligió como lugar de confinamiento de uno de
los implicados a la localidad de Purujosa. Hemos llegado a conocer a quien lo
llevó hasta allí y, ante la sorpresa del militar, por haberle enviado a un
lugar que, por entonces, no tenía ni carretera, se preguntaban quién conocía en
Madrid la existencia de Purujosa para haberla escogido con ese propósito. No
faltó quien lo atribuyera al político republicano borjano D. Honorato de
Castro, lo cual no deja de ser una mera especulación.
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