En la noche del 1 al 2 de julio de 1888, en el nº 109 de la
calle de Fuencarral de Madrid, la propietaria de uno de los pisos, Dª. Luciana
Borcino, una rica dama de carácter insufrible apareció asesinada. De lo acaecido
informamos en un artículo publicado en este blog, en 2017, dado que la
principal acusada era una joven llamada Higinia Balaguer.
Nacida en Ainzón en 1860, era descrita como una mujer “alta,
desgarbada, de color quebrado, ojos negros muy vivos y rasgos duros” que seis
días antes había sido contratada como asistenta por la víctima.
Las circunstancias que rodearon el caso merecieron una
enorme atención por parte de todos los medios de comunicación, entre otras
cosas porque la complejidad del mismo y por el hecho de que se vieran
implicados otros personajes, como un hijo de la asesinada, José Vázquez Varela
de 23 años, y hasta el mismo Director de la cárcel donde el joven cumplía condena
por haber robado una capa. Se especuló con la posibilidad de que el propio
director de la cárcel le hubiera facilitado la salida. Se trataba de José
Millán Astray, padre del famoso general.
Pero al final, la atención se centró en Higinia, mientras
que los otros quedaron exculpados. A ello contribuyeron las constantes
contradicciones en las que incurrió la sospechosa que, en el juicio, fue
defendida nada menos que por D. Nicolás Salmerón, uno de los Presidente de la
Primera República. Sus esfuerzos de nada sirvieron y el 25 de mayo de 1890 el
tribunal hizo pública la sentencia por la que se la condenaba a muerte por el
delito de robo con homicidio. La condena suscitó la repulsa de muchos sectores,
al considerarla injusta, pues no quedó suficientemente aclarado lo ocurrido.
Ahora
hemos conocido que, nada más conocerse la sentencia, el Alcalde Ainzón D. Juan
Antonio Omedes Borrás intentó lograr la conmutación de la pena. Para ello se
dirigió al Diputado D. Alfredo de Ojeda con el fin de que el Gobernador Civil
se sumara a la petición. Ocupaba el cargo en esos momentos D. Pedro Agustín
Herrero, con quien se entrevistó el Sr. Ojeda, acompañado por el también
Diputado Sr. Aramendía, logrando que el gobernador enviara un telegrama urgente
al Presidente del Consejo de Ministros.
Pero
D. Antonio Cánovas del Castillo no sólo se negó a ello, sino que presionó a la
Reina Regente para que no ejerciera el Derecho de Gracia, como era su
propósito.
Finalmente,
Higinia fue ejecutada mediante garrote vil el sábado 19 de julio de 1890, en el
patio de la cárcel Modelo de Madrid. Fue la última ejecución pública llevada a
cabo en España y fue presenciada por cerca de veinte mil personas,
unos desde el interior de la prisión, como el novelista D. Benito Pérez Galdós
y la mayoría desde las alturas próximas.
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