El
actual templo de Santa María de Borja es el resultado de sucesivas
transformaciones a las que fue sometido en el transcurso del tiempo.
Especialmente importante fue la llevada a cabo en época neoclásica que provocó
la desaparición de muchos elementos ornamentales que existían hasta entonces.
De
las etapas medievales y fuera de la estructura de la fábrica, tan sólo se
conserva una ménsula románica que se exhibe en el vestíbulo del Museo de la
Colegiata. Por eso, podemos afirmar que el elemento más antiguo que existe en
interior del templo se encuentra en esta pequeña capilla de San Felipe Neri que
se encuentra en el claustro, junto al acceso a la nave de la iglesia.
Su
dedicación a este santo es relativamente reciente, pues responde a una reforma
llevada a cabo, a mediados del pasado siglo y, sobre el lienzo de su titular
volveremos en otra ocasión, pues ofrece algunos detalles de especial interés.
No
conocemos, por el momento, la fecha de su construcción ni a quién estaba
dedicada originalmente, aunque en la decoración del exterior aparece
representada tres veces la faz de Cristo, con la corona de espinas. En
cualquier caso, estamos ante una obra renacentista, coetánea a otras capillas
que se construyeron en el claustro, poco después de que se edificara, tras la
erección de Santa María en colegiata, a mediados del siglo XV.
Lo
llamativo es que todo el pavimento del reducido espacio interior de la capilla
está ocupado por esta magnífica lauda sepulcral que, durante mucho tiempo
estuvo parcialmente oculta. Tras su reforma en la época citada pudo comprobarse
que se trata de la sepultura de un caballero, representado en bajo relieve y
con una orla en todo su perímetro que lo identifica.
Se
trata del “honorable” Antón Francés mayor, fallecido en mayo de 1403 y, por lo
tanto, antes de la construcción del claustro, lo cual nos plantea la
posibilidad de que la lauda fuera trasladada, posteriormente, a ese lugar.
Aparece
representado con la espada sobre su pecho y la cabeza reposando en una
almohada. Se toca con un bonete de que sobresalen los cabellos a ambos lados de
las sienes.
En
sus armas figura la flor de lis que siempre utilizó esta ilustre familia que
desempeñó un importante papel en la historia de Borja. D. Carlos Sánchez del
Río que la estudió documentó la presencia de Jaime Francés que contrajo
matrimonio hacia 1480 con Violante de Vera, el cual tenía otros dos hermanos,
llamados Pedro y Miguel. Todos ellos pertenecían, sin duda, a una generación
posterior cuya relación con el enterrado en Santa María no está documentada.
Existe otra rama, encabezada por un Antón Francés, fallecido en 1532, que
estaba casado con Isabel de Mallén y, en cuya sucesión se repite, con
frecuencia, el nombre de Antón. Es probable que, en este caso, la relación sea
más evidente, pues no debemos olvidar que en la lauda se habla, expresamente,
de “Antón Francés, mayor”, lo que implica la existencia de otro personaje, del
mismo nombre, al que se denominaría “menor” en el momento del fallecimiento. En
cualquier caso, este testimonio abre la puerta a nuevas investigaciones en un
ámbito como el de las familias borjanas de época medieval, del que apenas
conocemos nada.
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