Cuando
no existían los actuales medios de comunicación, solía ser habitual que las
parejas de enamorados se enviaran periódicas cartas que conservaban
cuidadosamente atadas como precioso testimonio de cariño.
No era
infrecuente que, en lugar de formar con ellas un pequeño mazo, ceñido por una
cinta de seda, fueran introducidas en unas bolsitas primorosamente bordadas, de
las que ofrecemos aquí una pequeña selección de las encontradas en un archivo
borjano.
Todas
ellas corresponden a los últimos años del siglo XVIII y los primeros del siglo
XIX, y llaman la atención por la calidad de sus bordados sobre seda y la
variedad de sus diseños.
En
general, se encuentran muy bien conservadas y, junto a su belleza, su interés
radica en su condición de testimonio de una época y el simbolismo que encierran,
como entrañables depósitos de los sentimientos de quienes intercambiaron las
misivas que guardaron durante muchos años.
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