En el
archivo de la familia Ojeda se conserva esta curiosa fotografía de un jardín
borjano en el que un numeroso grupo de personas posan junto a un columpio de
barcas, un tipo de atracción que los que ya peinan canas recordarán que era
habitual en nuestras ferias.
En
aquella reducida oferta que se ofrecía a los más pequeños, muy diferente a la
actual, las “barcas” estaban siempre presentes y no siempre se utilizaban
adecuadamente, como puede verse en esta imagen, donde el joven tripulante
impulsa el balanceo puesto en pie.
Otra
atracción habitual eran las “cadenas”, unos sencillos asientos que giraban
pendientes de cadenas y que también se prestaban a hazañas no exentas de
peligro.
Más
pacíficos eran los “caballitos” que subían y bajaban por la barra donde se
sujetaban. Luego llegaron los cochecitos y un poco después los “autos de choque”.
Lo que
no faltaban eran las casetas de tiro. En principio con bolas o con latas que se
derribaban con una pelota. Las cintas y los palillos fueron posteriores, aunque
en algunas había unos toneles cerrados con una compuerta que se abría acertando
en un resorte, lo que se premiaba con un vaso de moscatel. Los que querían
disfrutar de atracciones más sofisticadas tenían que acudir al ferial de
Zaragoza que nos sorprendía tanto por la variedad como por el número de
atracciones. Tiempos remotos que nada tienen que ver con los actuales.
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