Recientemente, hicimos alusión a los sucesos acaecidos en
Buenos Aires, en 1806 y 1807, a partir de los cuales nuestro Presidente teorizó
sobre el inadecuado modo de enfrentarse a una situación de crisis y las
consecuencias que ello tiene.
La investigación partió de un documento conservado en el
Archivo Histórico Provincial de Burgos que le fue facilitado por su Director D.
Juan José Generelo Lanaspa. Se trata de las memorias del Teniente de Navío D.
Juan de Latre y Aisa (1767-1828), nacido en Huesca y testigo presencial de
aquellos acontecimientos. La transcripción del mismo fue publicada en Cuadernos de Estudios Borjanos LII, en
2009, pero ya, en 1998, nuestro Presidente se había ocupado de la figura de ese
marino oscense en una comunicación presentada al IV Congreso de Historia
Militar, celebrado en Zaragoza.
Pero fue en una ponencia al XXXV Congreso Internacional de
Historia Militar que tuvo lugar en Oporto, en 2009, cuando analizó el
desarrollo de la crisis, teorizando sobre sus fases, que ya había abordado en
otro Congreso Internacional celebrado en La Habana, en 2008, refiriéndose al
caso de la Guerra de la Independencia española.
Comodoro sir Home Riggs Popham |
Brigadier William Carr Beresford |
Centrándonos en el caso de Buenos Aires, es preciso recordar
que el 14 de abril de 1806 había zarpado de la colonia inglesa del cabo de
Buena Esperanza una escuadra mandada por el comodoro sir Home Riggs Popham, a
bordo de la cual iba una fuerza expedicionaria al mando del brigadier William
Carr Beresford, que tenía como objetivo apoderarse de Buenos Aires.
Tras una escala en la isla de Santa Elena, arribo al Río de
la Plata a comienzos de julio de 1806, aunque no desembarcaron en Quilmes hasta
el día 25.
D. Rafael de Sobremonte y Núñez |
Al frente del virreinato del Río de la Plata, con capital en
Buenos Aires, se encontraba desde 1804 D. Rafael de Sobremonte y Núñez. Aunque
militar de profesión, su experiencia en combate era nula, dado que su
trayectoria personal había discurrido por destinos administrativos. Como
tampoco contaba con asesores competentes ni recursos suficientes, resultó ser
la persona más inadecuada para hacer frente a una crisis de esas
características, a pesar de haber recibido avisos de lo que iba a ocurrir.
Cuando
los buques ingleses (el lienzo reproducido no corresponde a ese momento
histórico) se aproximaba, el virrey con el asesoramiento de sus “expertos”,
incurrió en el primer error a la hora de enfrentarse a una situación de crisis:
Negar la evidencia. No ocurrirá nada, pues nunca los ingleses han atacado
Buenos Aires.
Cuando ya se había detectado su cercanía, seguía empecinado
en su error: Probablemente no son buques ingleses, sino balleneros
norteamericanos que se desplazan hacia el Sur. Y, cuando el desembarco ya se
había iniciado, aún creía que eran unos botes que llegaban a la costa para
aprovisionarse de agua, “hacer aguada” como se decía entonces.
Pero
los ingleses comenzaron a avanzar hacia la capital, momento en el que
incompetente virrey aún se aferraba a una falsa sensación de seguridad, dado
que la plaza disponía, según él, de la mejor defensa: una zona pantanosa en el
lugar del desembarco que, supuestamente, no podría ser atravesada por los
invasores.
No
fue así y quien nada había previsto para atajar a tiempo el peligro, incurrió
en la segunda fase del manejo incompetente de una situación de crisis: La
adopción de medidas ineficaces, insuficientes y, lo que es peor, faltas de
coordinación. Ello provocó espectáculos que, de no ser trágicos, habría que
calificar de cómicos, como el de los cañones que, enviados desde diferentes
lugares, se cruzaban en los caminos o el que las tropas carecieran de los
medios necesarios para frenar el avance.
Mientras tanto, el virrey había abandonado la capital, con
el pretexto de salvar los caudales o fondos que allí estaban depositados, por
lo que, sin apenas resistencia, la ciudad fue ocupada en la tarde del día 27.
Una fuerza expedicionaria de 1.600 hombres se impuso a una población que
superaba los 60.000 habitantes.
Pero, para entonces, se había desencadenado la tercera fase
de la crisis: el abatimiento que impide adoptar medidas coherentes y que lleva
al extremo de sumir en una total postración a las autoridades que esperaban la
llegada de Beresford en lo que más parecía un velatorio que un puesto de mando.
Se llegó al extremo de no saber ni cómo firmar la capitulación o indicarle el
lugar dónde habían escondido los caudales, antes de que el inglés los pidiera.
C. N. D. Santiago de Liniers y Bremond |
La catástrofe se vio paliada gracias a la reacción
encabezada por el Capitán de Navío D. Santiago de Liniers y Bremond que, desde
Montevideo logró conducir una fuerza para recuperar la ciudad.
Pero ello fue posible gracias al alzamiento generalizado de
la población civil que, desde las calles y las azoteas de las casas hizo frente
al invasor con todos los medios disponibles. Beresford se vio sorprendido por
un tipo de combate urbano para el que no estaba preparado y tuvo que rendirse
el 12 de agosto, dando fin a su efímera ocupación.
De nuevo volvieron a intentarlo los ingleses en 1807, con
fuerzas mandadas por el general Whitelocke. Para entonces, el virrey Sobremonte
había sido sustituido y reemplazado por Liniers como Virrey interino (luego
llegó el nombramiento efectivo).
Aunque
se dedicó a reorganizar las defensas, creando regimientos de milicias, entre
ellos el llamado de “Patricios”, hubo un momento en el que se mostró partidario
de capitular pero fue la presión del pueblo la que condujo a una resistencia
numantina, ante la que se estrelló el ataque iniciado el 5 de julio de ese año, mal
planteado por Whitelocke que tuvo que rendirse, por lo cual fue procesado y
condenado posteriormente en Londres.
Pero la crisis mal conducida y resuelta por la reacción
popular sentó las bases para lo que, posteriormente, sucedió. Todos los
investigadores señalan su influencia en el movimiento emancipador, así como en
los problemas derivados de la invasión francesa en la península (otra crisis
mal abordada en sus inicios).
El hecho de que Liniers fuera francés y su dubitativa
postura ante lo que estaba ocurriendo en España, fueron determinantes para que
el que, poco antes, había sido aclamado como héroe de Buenos Aires, terminara
siendo fusilado, siendo el único virrey que sufrió esta triste suerte en todo
el proceso de la independencia americana.
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