lunes, 30 de marzo de 2020

Otra amenaza que nos acecha


         La preocupación por la pandemia que estamos padeciendo, con especial virulencia en Europa, ha provocado que no se esté prestando suficiente atención a una plaga que, desde hace unos meses, se abate sobre las regiones del Sahel y del norte de África, una gigantesca nube de langostas que avanza con rapidez de Este a Oeste, creciendo exponencialmente.






         Las imágenes que nos llegan son realmente espectaculares. Ayer nos informaron que la nube tiene una extensión de un kilómetro cuadrado y avanza sin cesar. No es un fenómeno singular, dado que se ha dado en numerosas ocasiones, desde los tiempos bíblicos, pero al parecer las especiales condiciones climatológicas ha hecho que adquiera especial magnitud.




         Los efectos sobre los campos de cultivo son devastadores, arrasando las cosechas, lo que va a provocar una hambruna de consecuencias imprevisibles entre las poblaciones afectadas.



         Luchar contra esta plaga es especialmente difícil, dado que el uso masivo de insecticidas podría tener también efectos nocivos para la salud. Los países afectados se quejan de que no llegan las ayudas prometidas, debido a la preocupación por el coronavirus. Tan solo China ha arbitrado un curioso remedio, el envío de miles de patos que, al parecer, pueden desempeñar un importante papel en la lucha.



         El problema es que, como ya han advertido los expertos, la nube puede saltar el estrecho de Gibraltar y alcanzar España. Por el momento, es una posibilidad remota pero convendría estudiar la situación y arbitrar a tiempo las medidas necesarias.



         Aunque pueda parecernos algo lejano, no debemos olvidar que España ha sufrido, en el transcurso de la historia varias crisis provocadas por las langostas. Especialmente grave fue la de 1754, durante el reinado de Fernando VI. Como ya hemos comentado en varias ocasiones, la devoción a San Gregorio Ostiense en nuestra comarca tiene su origen en el paso por aquí de las reliquias del Santo, veneradas en un santuario próximo a Sorlada (Navarra), que viajaron hasta Valencia, donde sus campos estaban siendo arrasadas por las langostas.



         De aquel viaje han quedado como testimonio los pilares levantados en varias localidades cercanas. Comoquiera que la fiesta de San Gregorio se celebra el 9 de mayo, no sería superfluo que, a falta de otras medidas, nos acogiéramos a su protección, ante una amenaza, aún remota, pero posible. Lo que nos faltaba.

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