La preocupación por la pandemia que estamos padeciendo, con
especial virulencia en Europa, ha provocado que no se esté prestando suficiente
atención a una plaga que, desde hace unos meses, se abate sobre las regiones
del Sahel y del norte de África, una gigantesca nube de langostas que avanza
con rapidez de Este a Oeste, creciendo exponencialmente.
Las imágenes que nos llegan son realmente espectaculares.
Ayer nos informaron que la nube tiene una extensión de un kilómetro cuadrado y
avanza sin cesar. No es un fenómeno singular, dado que se ha dado en numerosas
ocasiones, desde los tiempos bíblicos, pero al parecer las especiales
condiciones climatológicas ha hecho que adquiera especial magnitud.
Los efectos sobre los campos de cultivo son devastadores,
arrasando las cosechas, lo que va a provocar una hambruna de consecuencias
imprevisibles entre las poblaciones afectadas.
Luchar contra esta plaga es especialmente difícil, dado que
el uso masivo de insecticidas podría tener también efectos nocivos para la
salud. Los países afectados se quejan de que no llegan las ayudas prometidas,
debido a la preocupación por el coronavirus. Tan solo China ha arbitrado un
curioso remedio, el envío de miles de patos que, al parecer, pueden desempeñar
un importante papel en la lucha.
El problema es que, como ya han advertido los expertos, la
nube puede saltar el estrecho de Gibraltar y alcanzar España. Por el momento,
es una posibilidad remota pero convendría estudiar la situación y arbitrar a
tiempo las medidas necesarias.
Aunque pueda parecernos algo lejano, no debemos olvidar que
España ha sufrido, en el transcurso de la historia varias crisis provocadas por
las langostas. Especialmente grave fue la de 1754, durante el reinado de
Fernando VI. Como ya hemos comentado en varias ocasiones, la devoción a San
Gregorio Ostiense en nuestra comarca tiene su origen en el paso por aquí de las
reliquias del Santo, veneradas en un santuario próximo a Sorlada (Navarra), que
viajaron hasta Valencia, donde sus campos estaban siendo arrasadas por las
langostas.
De aquel viaje han quedado como testimonio los pilares levantados en varias localidades cercanas. Comoquiera que la fiesta de San Gregorio se celebra el 9 de mayo, no sería superfluo que, a falta de otras medidas, nos acogiéramos a su protección, ante una amenaza, aún remota, pero posible. Lo que nos faltaba.
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