La ermita de San Miguel de Tabuenca es uno de los edificios más interesantes de nuestra zona, dentro de su categoría, tanto por su arquitectura y características tipológicas, como por su condición de templo vivo, vinculado a una de las tradiciones que forman parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de esa localidad: la celebración del denominado “Domingo de Pasteles” el cuarto domingo de Cuaresma.
A
pesar de ello, no ha recibido la atención que merece. Nosotros disponíamos de muy
pocas imágenes de esta ermita que no goza de ningún tipo de declaración
monumental pero, lo que es más sorprendente, no aparece en el Sistema de
Información del Patrimonio Cultural Aragonés (SIPCA), donde reseñan 21
construcciones de Tabuenca.
Para
llenar ese vacío, nos desplazamos hasta allí, en compañía de D. Ángel Cisneros,
recorriendo el corto trayecto que la separa del casco urbano, aunque uno de los
tramos del camino se encuentra en pésimo estado.
No pudimos acceder a su interior, pero hicimos fotografías del exterior, en el que destaca el porche con vanos de arcos de ladrillo, de medio punto, a través del cual se accede a la puerta principal, en la que una inscripción recuerda la restauración efectuada, en 1856, siendo Alcalde D. Francisco Cuartero.
No
ha sido la única realizada en el transcurso del tiempo, pues muy posterior es
la renovación de la cubierta del porche en forma que dista mucho de ser la más
adecuada, aunque sin duda resolvió el problema.
Ya
en el muro de la ermita, llaman la atención los arcos, ahora ciegos, en uno de
los cuales aparece, sobre una ménsula, una antigua tabla descolorida que
siempre nos llamó la atención, y no fuimos los únicos.
Es
muy probable que se trate del ático del retablo de la ermita que, tras su
restauración, se encuentra ahora en la iglesia parroquial. Como es razonable
suponer representaría la Crucifixión o Calvario y, por razones que ignoramos,
se cometió la barbaridad de separar esa tabla de todo el conjunto y colocarla
en el exterior, donde el tiempo la ha ido degradando hasta el punto de que nada
queda de la pintura original.
Esta hipótesis podría ser fácilmente comprobada, analizando la madera de la misma, comparándola con la del retablo de San Miguel.
En
estas fotografías de la parte posterior, se aprecian muy bien las considerables
dimensiones del templo, su doble alero, y la necesidad de proceder con premura
a su restauración, para garantizar su supervivencia.
Ya
se intervino, hace algún tiempo, en el hastial y en la casa del ermitaño con
resultados aceptables y esperamos que el interés demostrado por la corporación
municipal hacia el Patrimonio Cultural, se traduzca en la completa recuperación
de la ermita.
Es
de destacar también el entorno natural en el que está enclavada la ermita, así
como el soto de pinos que fueron plantados junto a su cabecera en el que las
familias se reúnen para dar buena cuenta de esos “pasteles” que son una de las
muestras más relevantes de la gastronomía comarcal.
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