Hubo un tiempo en el que, en torno a nuestras localidades, había una franja de huertos que ceñían los cascos urbanos y cuyo verdor servía de transición hacia otras zonas de cultivo. En Borja, se distinguió siempre la “huerta” del “orillo”, en función de las posibilidades de riego de una y otra zona. Sin embargo, el término de “huerta” es más amplio que el de “huerto” que, en sentido estricto se circunscribe a las pequeñas parcelas que, muy cerca de la población, solían ser cultivadas para el su privado de sus propietarios, mientras que en la huerta crecían otros cultivos que requerían abundante riego.
Hoy en día, muchas de esas parcelas no se cultivan o son dedicadas a otros menesteres. Los especialistas que se han ocupado de esta cuestión destacan la progresiva pérdida de esa zona de transición a la que hacíamos referencia, aunque aún hemos podido ver huertos, generalmente asociados a una edificación.
O casos como éste de Añón, con su peculiar diseño en el que unos muros delimitan los espacios reservados para cada cultivo. Vimos algo parecido en el Hotel Botánico de Puerto de la Cruz en donde en los rectángulos que muestra la segunda imagen, cultivaban las plantas aromáticas utilizadas en su cocina.
En una reciente visita a ese magnífico restaurante que es “Escala
de Richter” en el Hotel Comendador de Añón (cuya visita aconsejamos, previa
reserva), su chef nos comentó su propósito de crear uno de esos huertos en los
que producir los productos a utilizar en su cocina.
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