El
pasado 25 de febrero, Heraldo de Aragón
publicó un artículo, firmado por Elena Pérez Beriain, con el título “Los restos
de tres retablo de Talamantes llevan diez años embalados en la iglesia”. Ante
el tono alarmante del mismo y las imprecisiones que contiene, nos ha parecido
oportuno contribuir con nuestras aportaciones a un mejor conocimiento de la
situación.
El
7 junio de 1980, dentro del proyecto patrocinado por el Centro de Estudios
Borjanos, un equipo de especialistas, bajo la dirección del Prof. D. Gonzalo M.
Borrás Gualís, realizó el inventario de las obras de arte que se conservaban en
la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, de Talamantes. Las fichas de aquel
trabajo, que no llegó a publicarse, se conservan en el archivo de nuestro
Centro, donde fueron depositadas por el Prof. Borrás.
De
acuerdo con esos datos, en aquellos momentos existían en la citada iglesia seis
retablos, de diferentes características y valor artístico. Eran los siguientes:
El retablo mayor, dedicado a San Pedro Apóstol; el de la Virgen del Rosario; el
de San Miguel; el de Santa Bárbara; el de San José y el dedicado a la Virgen
del Pilar.
La
situación del edificio no era excesivamente buena. De hecho, en nuestro Boletín Informativo nº 23 de primer
trimestre de 1982, incluimos a esa iglesia entre los monumentos que se
encontraban en peligro dentro de nuestra comarca. Especialmente preocupante era
la situación de su torre y, atendiendo a la petición del párroco D. Juan
Pelarda, aportamos una cantidad importante para nuestras posibilidades, con el
fin de contribuir a su consolidación. La torre terminó siendo demolida en 1984
y dos años más tarde se levantó la nueva, de acuerdo con un proyecto del
arquitecto D. Miguel Ángel Bordejé.
La
situación cambió, de manera radical, tras las obras de rehabilitación llevadas
a cabo, a partir de 1999, en el marco de los planes bienales propiciados por la
Excma. Diputación Provincial de Zaragoza. Con motivo de estas obras, todos los
retablos fueron desmontados y es cierto que, en su retirada, no se adoptaron
todas las medidas adecuadas para este tipo de trabajos.
Debemos
destacar, sin embargo, que en el transcurso de esas actuaciones se descubrió un
importante conjunto de pinturas murales, sobre el que facilitamos las primeras
informaciones, en nuestro Boletín nº
83 de 1999, tras la visita que efectuamos, a requerimiento del entonces alcalde
D. Antonio Aína. Un estudio más detallado de las mismas, firmado por D. José
Carlos Sancho Bas, apareció en Cuadernos
de Estudios Borjanos XLIII-XLIV, publicado en 2001.
Tras
la restauración completa del templo, se procedió a instalar algunos de los
retablos desmontados, comenzando por los más interesantes, de acuerdo con un
orden lógico de prioridades.
El
más importante de los mismos fue el retablo mayor dedicado a San Pedro. Se
trata de una obra que el Prof. Borrás dató en la primera mitad del siglo XVIII.
De estilo barroco, está constituido por un único cuerpo con remate, con
columnas salomónicas, y adornado con roleos y otros motivos vegetales. En la
hornacina central avenerada, se encuentra la imagen de San Pedro ex cathedra,
mientras que el ático se encuentra otra de San Nicolás de Bari.
Otro de los retablos
instalados entonces fue el de la Virgen del Rosario, cuya imagen lo preside en
una hornacina avenerada y decoración de esgrafiado en oro. Es una obra de
calidad, datada hacia 1600, que está constituida por tres calles separadas por
columnas, con capiteles corintios y fuste estriado en los dos tercios
superiores, con grutescos en el tercio inferior. En la calle lateral izquierda
están representadas en relieve la Resurrección y la Ascensión, mientras que en
la derecha aparecen la Asunción de la Virgen y Pentecostés. En el ático se
encuentra la Coronación de María. En su origen debió llevar un coronamiento
superior que no se ha conservado.
Finalmente,
se repuso este sencillo retablo manierista dedicado a San Miguel, representado
en un lienzo enmarcado por columnas de fuste estriado y rematado con
piramidones (sólo se ha conservado uno) y frontón partido. Tiene una
inscripción en la que se señala que fue donado por Matías Perea en 1605.
A
la vista de lo expuesto, podemos ver que, tras la rehabilitación, fueron tres
los retablos reinstalados y no seis, como se señalaba en el artículo citado. De
ellos, tan sólo el de San Miguel requiere una limpieza y restauración adecuada.
En 2009, se procedió a
la restauración de otro de los retablos que se encontraban desmontados y que,
en 2003, una prestigiosa empresa de restauración había empaquetado
convenientemente. Fue el dedicado a Santa Bárbara que fue objeto de limpieza,
consolidación y reintegración, tanto volumétrica como pictórica. No fue posible
colocarlo en el emplazamiento original, junto al de San Miguel, ya que allí se
encontraba la nueva instalación de calefacción, siendo colocado en el lado de
la epístola, sobre un basamento de cemento sobre el que se dispuso un banco de
madera de nueva factura.
Es otro retablo
manierista, construido hacia 1640, en madera dorada y policromada. Tiene una
calle única con la hornacina que alberga la imagen titular. Está flanqueada por
columnas estriadas con capiteles corintios. Lo remata un frontón partido y a
sus lados bolas dispuestas a plomo sobre las columnas.
Tras la incorporación
de este retablo al exorno artístico de la iglesia permanecen desmontados tan
solo dos y no tres como se afirmaba en el artículo al que hemos hecho
referencia.
En ese mismo texto, y
en tres ocasiones, se transmite la impresión de que no será posible
recuperarlos al haberse conservado pocos elementos de su mazonería. De hecho se
entrecomillan unas declaraciones del Director del Área de Cultura de la
Diputación Provincial en la que, al parecer, afirmaba “No se pueden componer de
nuevo porque faltan muchas piezas”.
Hace poco, el Centro de
Estudios Borjanos encargó a Dª Ana Martín Sevilla, Licenciada en Historia del
Arte por la Universidad de Zaragoza y restauradora por la Escuela Superior de
Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Aragón, la realización del
Inventario del Patrimonio Artístico de Talamantes para su publicación en la
serie que hemos dedicado a todos los municipios de nuestra zona.
En el borrador previo
que nos ha remitido alude a esos dos retablos: el de San José y el de la Virgen
del Pilar. Respecto al primero, ha realizado un montaje fotográfico con todas
las piezas conservadas.
Este es el resultado de su trabajo, en el que puede
apreciarse que el retablo se conserva completo y, por lo tanto, fácilmente
recuperable. Se trata de una obra, datada entre 1600 y 1630, de madera tallada
y policromada que, originalmente, estuvo situada en el presbiterio.
Se compone de un solo cuerpo enmarcado por
columnas toscanas de fuste estriado, con entablamento y frontón triangular
partido. En la hornacina central se encontraba la imagen de San José con el
Niño que, ahora, se venera en otro lugar de la iglesia. Abajo existía una
pintura con la Adoración de los Pastores que también se ha conservado.
Respecto al último retablo,
el de la Virgen del Pilar, aunque no disponemos de una reconstrucción virtual,
como en el caso anterior, podemos señalar que se conservan todas las imágenes
que se veneraban en él, así como la práctica totalidad de la mazonería. En este
caso, era una obra de la primera mitad del siglo XVIII, de calle única con
ático. En la calle central, la imagen de la Virgen del Pilar, estaba flanqueada
por las de San Pascual Bailón y San Antonio de Padua.
Recientemente, el
Ayuntamiento de Talamantes ha tratado de incluir la restauración de uno de
estos dos últimos retablos en el correspondiente plan bienal. Por el momento no
ha sido posible, pero el proyecto se mantiene.
De todo ello podemos
deducir que la situación de esta iglesia se aleja mucho de esa impresión
preocupante que transmitía el artículo. Hay otros templos de esta zona que
también tienen retablos desmontados, pendientes de ser restaurado. Nos estamos
refiriendo, en concreto, a Ambel y Maleján, aunque no nos cabe la menor duda de
que, en su momento, llegarán a culminarse los trabajos en curso.
Respecto a Talamantes,
lo que merece destacarse es el hecho de que, con el esfuerzo de todas las administraciones,
se ha logrado salvar la iglesia y recuperar la mayor parte de su patrimonio,
como los retablos citados y lienzos como el de la Inmaculada que aparece en la
fotografía superior.
Por otra parte, el
hallazgo de las pinturas murales constituyó uno de los hechos más relevantes en
ese proceso de rehabilitación. Unas pinturas que fueron consolidadas por
técnicos cualificados, gracias a una aportación del Gobierno de Aragón. Es
cierto que aparecen con lagunas y repicadas, por haber sido enlucidas en el
siglo XVI. Probablemente, sería conveniente proceder a su reintegración
cromática, como se señala en el artículo. Sin embargo, en nuestra opinión, lo
prioritario es la reinstalación de los dos retablos desmontados, pues la de
este conjunto pictórico puede esperar, tras la consolidación efectuada.
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