Las
amplias instalaciones del Espacio “Javier de Pedro” resultaron insuficientes
para acoger al numeroso grupo de familiares y amigos que, en la tarde del
pasado martes, asistieron en Añón a la inauguración de la exposición
“Autorretrospectiva”, organizada como homenaje a ese gran artista aragonés que
vivió y soñó sus últimos años a la sombra del Moncayo.
Situado
en las afueras de la población, en medio de un bello entorno natural en el que
no falta una pequeña viña, rodeada por un cercado de piedra, el edificio fue
diseñado y decorado por su hijo Ramón y allí, en la gran sala que utilizó como
estudio, se mostraban una serie de autorretratos que fue realizando a lo largo
de su trayectoria artística.
Entre
ellos destacaba su última obra, en la que vestido de un blanco refulgente
contempla la gran mancha negra de la que va alejándose. Pero, había otros
pertenecientes a diferentes etapas en los que se constata la calidad del trabajo
de un artista que se enfrentó a muchas cosas y que encontró, a través de su
pintura, el cauce adecuado para manifestar ese inconformismo que, en gran
medida, marcó su vida.
En
una de las paredes destacaba ese gran lienzo dedicado a la familia real,
cargado de simbolismos, que mereció en su momento la atención de algunos medios
de comunicación social y en el que el artista, evocando otros precedentes
aragoneses, no quiso ser crítico sino testigo de la realidad del momento
histórico que le tocó vivir.
Ramón
de Pedro, impulsor de esta iniciativa y continuador de los proyectos de su
padre, le dedicó unas emocionadas palabras, mientras que también hubo
acompañamiento musical a esta inauguración que, ante todo, fue la ocasión
propicia para que muchas personas dejaran constancia, con su presencia, del
afecto y cariño hacia el gran pintor desaparecido.
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