viernes, 16 de septiembre de 2016

La armas del obispo Gaspar Jofre de Borja en Albarracín


            El 14 de mayo de 2015, con motivo de una visita efectuada a Albarracín, publicamos un artículo sobre los miembros de la familia Borja que habían sido obispos de esa sede, a lo largo de la historia. Dimos a conocer asimismo este magnífico escudo que, por error, situamos en la llamada “capilla del privilegio”, cuando en realidad se encuentra en el hastial de la nave catedralicia, sobre el espacio en el que se ubica el coro.





            Corresponde a D. Gaspar Jofre de Borja Llanzol de Romaní que era hijo de D. Rodrigo de Borja y Moncada, barón de Castellnovo y Anna y, por lo tanto, sobrino nieto del papa Alejandro VI. Su nombramiento como obispo de Segorbe y Albarracín, en 1530, fue realizado a propuesta de Carlos V. Residió habitualmente en Valencia, en la corte de la reina Dª Germana de Foix, viuda de Fernando el Católico. Participó en el concilio de Trento, aunque tuvo que regresar a Valencia por problemas de salud, falleciendo en esa ciudad en 1556.



            El escudo que estamos comentando, aparece enmarcado entre San Esteban y San Jerónimo, dándose la circunstancia de que, a la izquierda del mismo, aparece la representación de un templo que puede corresponder al estado de la propia catedral en aquellos momentos, lo que lo convierte en un testimonio iconográfico de indudable interés.



            Pero, las armas de D. Gaspar Jofre también aparecen a ambos lados de la portada de acceso al claustro, como se constata en estas fotografías de D. Leandro José Galindo, quien se percató de ello en el desplazamiento efectuado con ocasión de la inauguración de las obras de restauración de la catedral, el pasado 8 de septiembre.




            Todo ello responde a la labor de mecenazgo protagonizada por este prelado en la catedral, a pesar de que tuvo algunos problemas en la ciudad, donde sus habitantes “usaron de otros desacatos y libertades” contra el obispo, algo no infrecuente en una población a la que otro obispo posterior, D. Martín de Salvatierra, calificó de “nido de tigres”.

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