Una de las localidades en las que más dificultades hemos
encontrado para documentar fotográficamente sus tradiciones ha sido Bureta,
dado que no disponemos de imágenes de todas ellas en nuestro archivo, ni las
hemos encontrado en la red.
A pesar de ello, y con la esperanza de poderlas reunir antes
de dar forma definitiva al libro que pretendemos editar, vamos a reseñar los
distintos elementos que constituyen el Patrimonio Cultural Inmaterial del
municipio.
Como en otros lugares de nuestra comarca, la primera fiesta
del calendario es la de San Antón (17 de enero). La víspera se encienden
hogueras en las calles y, en ellas, se asan patatas y otros alimentos. El día
del Santo era costumbre dar tres vueltas con los animales de labor, en torno al
árbol que había frente a la iglesia parroquial.
La hoguera de San Antón era de los hombres, mientras que las
mujeres la encendían la víspera de San Babil (24 de enero). En la primera, era
costumbre que saltaran sobre las brasas los propietarios de aquellos animales
que habían parido.
Para Jueves Lardero se comía el “palmo”. En este caso solían
ir al paraje conocido como Aguilar.
Hay dos tradiciones peculiares vinculadas con la Semana Santa.
Una de ella es la denominada “Cena del huevo” que reúne a las familias en la
noche del Jueves Santo, teniendo como alimento fundamental al huevo, cocinado
de muy diversas formas. En numerosos recetarios se hace alusión a esta
costumbre que también es compartida por la localidad oscense de Bolea. Tiene su
origen esta costumbre en el tiempo en el que ese día de Jueves Santo era
también de abstinencia y, por lo tanto, no se podía comer carne.
La otra tradición es la del encuentro de Jesús con su Madre,
el Domingo de Resurrección, en el pilar que existe a la entrada del casco urbano.
La esposa del Alcalde le quita la mantilla que cubre a la Virgen y, mientras se
cantan “aleluyas”, se arrojan caramelos que, vuelven a lanzarse a la salida de
Misa. Es una lástima que no tengamos fotografías de ninguna de las dos.
Esta es la culeca que se elabora en Bureta y que se consume
el día de San Jorge (23 de abril), con chocolate para todos los vecinos.
Bureta es una localidad eminentemente mariana: “Mientras en
Bureta quede corazón será defendida la Madre de Dios”. En torno al 8 de
septiembre celebra sus Fiestas Patronales, en honor a la Natividad de Nuestra Señora.
El patronazgo lo comparte con San Cosme y San Damián, los Santos Médicos,
aunque este último ha quedado relegado, en cierto modo, por el auge experimentado
por la festividad de la Purísima Votada, a la que luego nos referiremos.
El 8 de septiembre da comienzo con la aurora que, al
amanecer, recorre las calles, seguida por el Rosario. Antes de la solemne
Eucaristía que se celebra en la iglesia parroquial de la Exaltación de la Santa
Cruz, desde el balcón de la Casa Consistorial, se desciende el estandarte que
las autoridades llevan al templo.
Por la noche recorre las calles el Rosario General en el que
se canta, como nos ha precisado Dª. María Teresa Bellido Alcega el “Ave María”.
Como hemos dicho, San Cosme y San Damián eran patrones
tradicionales del municipio. Aunque se sigue conmemorando, ya no tiene lugar la
antigua procesión. Ese día, 26 de septiembre, es costumbre comer las típicas “bachocas”.
Otras dos fiestas marianas que gozaron de profundo arraigo fueron
las de la Virgen del Rosario (el primer domingo de octubre) y la Virgen del
Pilar (12 de octubre). Ambas advocaciones cuentan con altar en la parroquia y, con
motivo de ellas, se celebraba un Rosario General.
Pero la gran fiesta de Bureta, la que mayor devoción concita
entre sus habitantes es la de la Purísima Votada, el 23 de octubre, a pesar de
su implantación relativamente reciente.
La imagen fue un obsequio del comendador de Ambel al conde
de Bureta, como muestra de agradecimiento por haber cedido a Alberite de San
Juan, localidad perteneciente a la encomienda de Ambel, el terreno necesario para
la construcción del azud que recogía las aguas para el molino que el comendador
construyó allí.
En 1834, se declaró en toda España una terrible epidemia de
cólera que afectó gravemente a la capital aragonesa. Huyendo de ella, el titular
del condado de Bureta que lo era entonces D. Mariano de los Dolores López
Fernández de Heredia y Azlor, huyó de allí para refugiarse en su palacio de
Bureta. Pero allí, también, la epidemia había hecho presa en sus habitantes,
ocasionando numerosas muertes.
Además de preocuparse por atenderlos, con la ayuda de dos
franciscanos que trajo de Borja, propuso sacar la imagen de la Inmaculada
Concepción en rogativa. Comoquiera, que la epidemia se detuvo instantáneamente,
la corporación municipal, los condes y todo el vecindario, hicieron voto solemne,
ante el Santísimo Sacramento, de celebrar perpetuamente una fiesta en
agradecimiento. Este solemne compromiso fue aprobado por el arzobispo de
Zaragoza D. Bernardo Francés Caballero. Además, el propio conde consiguió del
Papa Gregorio XVI oficio propio para la fiesta.
Desde
entonces, Bureta cumple cada año su compromiso. La imagen de la Virgen, al
recorrer las calles del municipio, es llevada a hombros por los habitantes de las
casas por las que discurre la procesión, relevándose al final de cada fachada
En el último tramo y hasta su entrada en la iglesia
parroquial portan las andas los miembros de la corporación municipal que se
detienen ante la puerta de acceso al templo.
Entonces, todos los vecinos acceden al interior pasando bajo
la Virgen. Tiene lugar después la ofrenda de flores y frutos, así como la
celebración de la Eucaristía.
Un momento especialmente emotivo es de la interpretación de la Salve de Serafino Alassio (1836-1915), con acompañamiento de Banda de Música. Por la tarde, hay Rosario General, como es habitual en otras festividades de la localidad.
No queremos terminar sin hacer referencia a que, en Bureta,
existe una asociación del Sagrado Corazón de Jesús, que también tiene un altar
dedicado en la iglesia, donde se celebra su fiesta litúrgica con Eucaristía
solemne y procesión.
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