Las pintadas en las fachadas de los edificios, lo que hoy
conocemos como grafitos, son un fenómeno antiguo. Cualquiera que recorra las
calles de la antigua Pompeya, podrá contemplar las numerosas muestras de esta
costumbre en las paredes de sus casas. A través de ellas, los arqueólogos han
podido obtener datos de la vida cotidiana de aquella ciudad arrasada por el
Vesubio.
Pero, también era algo habitual en los edificios medievales
y, en nuestra zona, se pueden encontrar numerosos ejemplos de este tipo de representaciones
en el palacio episcopal de Tarazona o en los de Ambel y Bulbuente, por citar
sólo algunos ejemplos.
Representaciones de barcos, armas, pájaros o datos
meteorológicos son temas frecuentes, lo que ha sido objeto de especial atención
por parte de los investigadores.
Sin embargo, en nuestros días, constituye una práctica reprobable,
especialmente cuando se realizan en monumentos históricos, como hemos
denunciado en varias ocasiones en este blog, y son objeto de sanciones, a veces
muy elevadas.
Nuestra ciudad no ha sido ajena a esta plaga y la ermita de
San Jorge, Santa María o la ermita del Calvario han sufrido este tipo de
agresiones. En unos casos, fruto de efusiones amorosas y, en otros, como expresión
compulsiva de una necesidad de hacerse notar, sin que falten las claramente
ofensivas.
Por otra parte, ha sido un procedimiento habitual, en épocas
recientes, para dejar un testimonio de las opciones políticas de quienes las
realizaban, aunque esta práctica parece haber decaído.
Más dañinos eran los actos vandálicos protagonizados por los
“quintos” que obligaban al Ayuntamiento a reparar sus consecuencias, sobre todo
cuando afectaban al mobiliario urbano o a determinados zonas céntricas, como la
plaza del Mercado. En este sentido, es importante resaltar el cuidado que, en
los últimos años, ha puesto nuestro Ayuntamiento en borrar muchas de las
pintadas del casco antiguo que, al fin y al cabo, tiene la protección derivada
de su condición de “Bien de Interés Cultural”. Pero los vándalos siguen dando
muestras de su incansable actividad, como puede constatarse junto a la Casa de
las Conchas.
Pero el motivo de este largo preámbulo es para dar a conocer
la que, en principio, puede ser considerada la pintada más antigua de Borja.
Está en un edificio, frente a la Casa de las Conchas y, en ella, todavía puede
leerse “Votad a las Derechas” y fue realizada durante uno de los procesos
electorales de la II República, sin que podamos precisar si corresponde al año
1934 o a 1936. El lugar elegido vino determinado porque, en la Casa de las
Conchas se encontraba uno de los primeros bares borjanos. Esta manifestación
política podría ser incluida entre los testimonios “históricos” del pasado.
No merece esa consideración esta otra que, por
su ubicación en la tapia del convento de la Concepción, sorprende a todos los
visitantes que llegan a Borja, constituyendo un detalle de pésimo gusto que
debería haberse eliminado, por la propiedad o por quien corresponda, hace ya
tiempo.
Menos mal que no está prevista una erupción volcánica en
esta zona ya que, en caso contrario, los arqueólogos del futuro, al descubrir
la pintada, podrían sacar la conclusión, muy alejada de la realidad, de esta etapa de los siglos XX y XXI.
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