La primera vez que visitamos Gañarul o, al menos, la primera en la que realizamos fotografías, fue avanzada la primavera de 1979 y, en aquellos momentos, nos sorprendió el verdor de los campos que rodeaban aquel despoblado cuyas casas aún se mantenían prácticamente intactas.
Los
setos existentes en el camino que conducía a Agón y el agua de las acequias que
discurrían por su entorno nos llamaron poderosamente la atención y, además de
fotografías, hicimos también diapositivas que, con el transcurso del tiempo,
han perdido buena parte de su color original.
Tantas
veces como volvimos allí, que fueron muchas, lo hicimos por el camino que parte
de la N-122 pero, en nuestra reciente visita, retornamos en dirección a Agón y
pudimos volver a contemplar ese espectáculo del agua que tanto nos había atraído
en el pasado y quisimos dejar testimonio de ese “reencuentro”, pues no estamos
acostumbrados a ver estos caudales en una zona árida en apariencia.
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