jueves, 9 de junio de 2022

Borjanos en la casa del almirante Collingwood

 

         En el término municipal de Es Castell, muy cerca de Mahón, se conserva la casa en la que residió el almirante Collingwood durante su estancia en la isla. Convertida en un hotel con encanto, es allí donde se alojó la mayor parte de la delegación borjana que asistió a la reunión convocada por Hispania Nostra, pudiendo disfrutar de los múltiples alicientes que ofrece, junto como otros turistas británicos que la eligen rindiendo tributo de admiración al ilustre marino.


         Porque Collingwood fue uno de los grandes marinos del Reino Unido, al mismo nivel que Nelson, aunque la imagen de este último goce de mayor popularidad. Cuthbert Collingwood (1748-1810) había nacido en Newcastle upon Tyne y con tan sólo once años embarcó en la fragata HMS Shanon, iniciando una brillante carrera naval en la que alcanzó el grado de Contralmirante en 1799, el de Vicealmirante en 1804 y luego al de Almirante. También fue creado Barón Collingwood de Coldburne y Heathpool.

         Participó en numerosas acciones navales, entre ellas la batalla del cabo San Vicente y en combate de Trafalgar, asumiendo el mando tras la muerte de Nelson, destacando por su noble comportamiento con las víctimas de la escuadra franco-española.

         Cuando su salud ya se resentía fue nombrado comandante de la flota británica en el Mediterráneo que tenía su base en Mahón. Allí edificó su casa en un promontorio desde el que podía acceder con facilidad a su buque insignia el HMS Ville de París, a bordo del cual falleció, víctima de un cáncer, el 7 de marzo de 1810 con 61 años.




         Actualmente, la casa está rodeada de jardines y dispone de una piscina en torno a la cual se encuentran la mayor parte de las habitaciones y un hermoso mirador hacia la bahía.




         Pero también es posible alojarse en el interior de la casa que su actual propietario, un estudioso de la historia y hombre de gran sensibilidad, ha decorado con numerosos recuerdos relacionados con la historia del almirante y temática naval.






         Desde el salón principal de la casa se accede a las habitaciones que fueron utilizadas por el almirante, en una de las cuales se puede compartir la estancia con el fantasma de una niña. A través de una galería decorada con lienzos modernistas se pasa a la terraza proyectada sobre los jardines.






         Para nuestros paisanos ha sido un auténtico privilegio el poder disfrutar de las instalaciones de esta histórica residencia y gozar de las explicaciones de su propietario que ha sido el responsable de su rehabilitación y de la decoración que incluye algunas obras de indudable importancia.


         Pero la casa no es el único recuerdo del almirante que se conserva, dado que en la isla del Rey la Asociación Menorca Britannia, que promueve la amistad entre España y el Reino Unido, le dedicó un busto con la mirada puesta, precisamente, en la casa en donde residió, junto al que posa Mr. Bryce Lyons, presidente de la citada asociación.


         En Mahón también se recuerda al almirante Collingwood por la ayuda que dispensó a la ciudad, al facilitar la escolta naval que hizo posible la llegada a la isla de órgano que, para la iglesia parroquial de Santa María, había encargado su párroco D. Gabriel Alenyà Estarelles.

La construcción del nuevo instrumento, reconocido como uno de los mejores del mundo por sus grandes dimensiones, su riqueza arquitectónica y escultural y sus numeros registros de gran calidad musical, supuso una verdadera hazaña para el párroco que, en 1804, se puso en contacto con los organistas alemanes Johann Kyburtz y Fracis Otter.


El importe del instrumento ascendió a la cantidad de 11.200 libras que, en su mayor parte, fueron abonadas por el propio párroco. La construcción finalizó en 1810 cuando uno de los organeros, Fracis Oter, ya había fallecido.

El órgano tiene 3.006 tubos y 51 registros, lo que demuestra su importancia. Dado que, en aquellos momentos, España se encontraba sumida en la Guerra de la Independencia, la ayuda dispensada por el almirante inglés fue decisiva para que pudiera llegar a Menorca, burlando el bloqueo naval francés.





 





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