Desde que fuera trasladada de aquellos jueves que relucían más que el sol al domingo siguiente, la solemnidad del Corpus Christi ya no es lo que era, salvo en aquellos lugares como Daroca o Toledo que mantiene el día y el esplendor. Sin embargo, Borja mantiene parte del mismo, tras haber prescindido de algunas de las costumbres que acompañaban la celebración y la procesión.
A las once de la mañana dio comienzo en
la antigua colegiata de Santa María la Solemne Eucaristía, presidida por el
Párroco D. José María Sánchez Becerril. A ella asistió la corporación municipal
en pleno que ocupó los bancos a ella reservadas, mientras que, en los primeros
de la nave, lo hicieron los niños y niñas de Primera Comunión.
Afuera esperaba la comparsa de Gigantes
que tradicionalmente, abren el desfile procesional. Esta costumbre instaurada
desde que fueron creado en 1889, fue recuperada tras unos años en los que
estuvieron ausentes.
Era ya mediodía cuando por el pórtico
de la colegiata se inició el desfile procesional, encabezado por la Cruz
Parroquial a la que seguían las banderas y estandartes de todas las cofradías y
asociaciones religiosas. En último lugar la bandera de la Adoración Nocturna y
el pendón de la ciudad con un nuevo portador.
Detrás los primeros comulgantes, con sus
catequistas y las cestas llenas de pétalos de rosas que iban arrojando por las
calles por las que discurría la procesión.
A los acordes del Himno Nacional, interpretado
por la Agrupación Musical Borjana, bajo la dirección de D. Félix Martínez
Lahuerta, hizo acto de presencia en la calle la peana con la custodia, bajo un
sencillo baldaquino que reemplaza al palio habitual en otros lugares. Momento
importante dentro del año dado que, a diferencia de otras procesiones, la del
Corpus tiene carácter litúrgico pues lo que se adora en ella es la presencia
real de Cristo, bajo la especie eucarística del pan. De acuerdo con la Fe
cristiana es, por lo tanto, Dios quien verdadera y realmente está presente en
la custodia. A Él, todo honor y toda gloria.
Acompañaba al Santísimo el Sr. Párroco
y, tras él, marchaba la corporación municipal con el Sr. Alcalde con la
práctica totalidad de los concejales.
No eran muchos los balcones engalanados
y, al paso por la plaza del Mercado, recordábamos con añoranza aquellos tiempos
en que la procesión se detenía ante uno de los tres altares del recorrido, el
instalado frente al palacio de Navascués, desde el que se efectuaba la
bendición y se repartían los pequeños ramos de flores entre las autoridades.
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