Nos ha llegado la noticia del fallecimiento, a los 105 años de edad, del P. Andrés Díaz de Rábago en la capital de la R.O.C. Taiwan. Allí en Taipei lo conocimos hace 30 años y, junto con otro gran jesuita español, el P. Fernando Mateos Bacas, constituyó una providencial ayuda en momentos especialmente difíciles. Desde entonces, hemos remitido todas las publicaciones de nuestro Centro a la Biblioteca del Tien Educational Center donde desarrollaban una parte de su admirable labor.
Nos habíamos desplazado hasta Tapei con
ocasión de una importante visita efectuada por el general D. Álvaro Laín que,
en aquellos momentos, ocupaba la Presidencia del Comité Internacional de
Medicina Militar.
Pudimos constatar el extraordinario
aprecio que las autoridades de Taiwan dispensaban a ambos religiosos jesuitas
que fueron invitados a todas las recepciones oficiales programadas. Nos impresionaron
tanto sus cualidades humanas como su extraordinaria preparación intelectual.
Nada hacía suponer en los primeros momentos que, poco después de nuestra llegada,
seríamos ingresados en el Tri Army Hospital, como consecuencia de una grave neumonía.
A las atenciones dispensadas por los médicos responsables, sumamente
preocupados por la evolución de la enfermedad, vinieron a sumarse las numerosas
muestras de afecto de muchos organismos gubernamentales. Pero, de manera muy
especial, debemos recordar la asistencia espiritual de los PP. Díaz de Rábago y
Mateos. Especialmente emocionante fue la Misa celebrada en la habitación del
hospital con asistencia de diversos representantes oficiales y de otro español,
D. Eugenio Borao, cuyos padres residían por entonces en nuestra ciudad y que
actualmente sigue desempeñando sus funciones docentes en la Universidad de Taipei.
De manera inesperada y coincidiendo significativamente con la celebración del
primer domingo de mayo, la crisis se resolvió con inusitada rapidez y fue posible
retornar a España en condiciones muy aceptables.
De ahí que la noticia de la muerte del
P. Díaz de Rábago S. J. nos haya traído el recuerdo de aquellos días en los que
este santo y sabio sacerdote fue uno de nuestros principales apoyos.
Había nacido en La Puebla de Caramiñal el
3 de octubre de 1917, en el seno de una destacada familia. Comenzó a cursar la
carrera de Medicina en la Universidad de Santiago que tuvo que interrumpir,
cuando estaba a punto de finalizarla, por el estallido de la Guerra Civil en la
que participó alcanzando el empleo de Teniente de Sanidad.
Como a muchos jóvenes de aquella
generación la guerra marcó sus vidas y, en su caso, le condujo a ingresar en la
Compañía de Jesús, nada más licenciarse en Medicina. Hizo su noviciado en
Salamanca y los estudios de Filosofía en la Universidad de Comillas, mientras
cursaba el doctorado de Medicina en la Universidad Central, defendiendo en 1947
su tesis sobre “La tomografía en el estudio radiológico del raquis dorsal”. Era
una técnica sumamente novedosa que había desarrollado el radiólogo italiano Alessandro
Vallebona (1899-1987) y que, mucho más tarde, daría lugar a la Tomografía Axial
Computarizada (TAC) que no fue conocida hasta la década de los años 70.
Enviado como misionero a China, le tocó
vivir la guerra entre las fuerzas de Mao y el Kuomintang de Chiang Kai-shek.
Tras la caída de Manchuria en poder de los comunistas, fue trasladado a la provincia
de Anhui. Cuando en 1949 se produce la victoria de Mao, El P. Díaz de Rábago se
encontraba estudiando Teología en la Facultad de Zikawei, en Sanghai. Tres años
después en ordenado sacerdote de forma un tanto precipitada ya que se intuían
las medidas represivas que las autoridades comunistas estaban dispuestas a
adoptar.
Y, efectivamente, en mayo de 1952,
todos los misioneros extranjeros son expulsados de China y el P. Díaz de Rábago
es enviado a Manila para cursar el Doctorado en Teología en la prestigiosa
universidad de Santo Tomás. En 1956, defiende su tesis doctoral sobre “Moralidad
en el trasplante de órganos”, una cuestión en la que también fue precursor.
Durante cinco años ejerció la docencia en la Araneta University de Manila, una
institución dependiente de los hermanos de La Salle.
En 1961 fue destinado a la
archidiócesis de Dili, en Timor Oriental que, en aquellos momentos, aún era una
posesión portuguesa. En 1975 proclamó su independencia pero inmediatamente fue
ocupada por Indonesia que ya ejercía la soberanía sobre la parte occidental de
la isla de Timor. No fue hasta 2002, cuando fue proclamada la República
Democrática de Timor Leste, siendo el primer país en alcanzar su plena soberanía
en el siglo XXI. Entonces, como ahora, su población era mayoritariamente católica
(Indonesia en musulmana). El P. Díaz de Rábago fue Rector del Seminario
Diocesano de Dili hasta que, en 1969, fue enviado a Taiwan.
En Taiwan ha residido el resto de su
larga vida, consagrado por entero a un país al que amó profundamente y del que
obtuvo la nacionalidad en 2017. En la Facultad de Medicina de la Universidad de
Taipei dio clases de Deontología Médica y Ética Farmacéutica y en la Facultad
de Lenguas de Latín. También ejerció la docencia en el Aurora Center, creado en
Taipei por los jesuitas franceses.
El P. Díaz de Rábago, conocido también
por su nombre chino Lai Gan-lin (Lluvia después de la sequía) había recibido
numerosas distinciones. La Universidad Católica del Sur de Taiwan le había
concedido el doctorado “Honoris Causa”. El Gobierno Español le otorgó la Cruz
de la Orden de Isabel la Católica y la Xunta de Galicia su Medalla de Bronce. A los 102 años fue nombrado “Gallego del Año”,
galardón que recogió con el entusiasmo que muestra la imagen. En aquel acto
ofreció su particular receta para ser feliz: ““Amar. Pensar un poco en los
demás, preocuparse un poco más por los vecinos, los de casa, los de fuera.
Ofrecer una sonrisa, no un mal gesto. Ayudar me ha hecho un bien extraordinario
en mi vida”.
Fue un hombre extraordinario al que su
amigo Chen Chien-jen, que fue Vicepresidente de Taiwan hasta 2020 lo definió
afirmando que “tiene el espíritu de un torero, el entusiasmo de una bailaora,
el ingenio de Picasso y Gaudí, y el celo misionero de San Ignacio y San
Francisco Javier”.
Ahora, ha ido a reunirse con su
compañero el P. Fernando Mateos Bacas, fallecido en abril de 2015, al que nos
gustaría dedicar otro recuerdo. Que ambos sacerdotes puedan, como todos los
justos, disfrutar de la faz de Dios, es el ferviente deseo de quien, en un
momento delicado de su vida, encontró en ellos consuelo y ayuda.
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