La zona del Matarraña contó con cierto número de fábricas de papel, algunas de las cuales han estado de actualidad estos días dado que se ha comentado el que, en ellas, se elaboró el papel utilizado por Goya para sus grabados. Menos conocido es el hecho de que llegó a ser exportado a Japón, tras la visita efectuada a la zona por un antiguo samurai.
Durante nuestra visita a Valderrobres, los
responsables de la Fundación Valderrobres Patrimonial nos llevaron a conocer la
fábrica Bonica, situada a orillas del río Pena, a la que se accede por un
sendero que transcurre por un hermoso paraje.
También conocida con el nombre de Fábrica
Zurita, por el apellido de la familia propietaria, fue construida en el año
1789. Es un edificio de grandes dimensiones, de 17 por 20 metros y cuenta con
un total de 5 plantas: sótano, planta baja, primera planta y dos galerías
superiores.
El sótano y la planta baja estaban destinados al proceso
industrial de fabricación de papel, mientras que la primera planta, de gran
altura, era la vivienda de los propietarios (algo inusual en este tipo de
instalaciones fabriles). Las galerías, eran espacios abiertos y ventilados con
múltiples ventanas, utilizadas para el secado del papel.
Junto al edificio, se encuentra lo que
fue una capilla, dedicada a Santa Bárbara. El edificio es de planta rectangular
y tiene una superficie de 30 metros cuadrados. Los materiales empleados para su
construcción fueron sillares de piedra tosca para las esquinas y la parte del
altar, el ladrillo para la cúpula y la mampostería. El ábside, de forma
rectangular, estaba cubierto por la bóveda de terceletes, aún conservada en
parte. La portada está realizada con bloques de piedra volumétricos y el dintel
es monolítico, superando los dos metros de anchura. Su construcción fue debida
a la profunda religiosidad de Dª. Josefa Moreno, esposa de D. Gaspar Zurita.
En cuanto a su distribución interior, se dividía en tres
partes longitudinalmente y en cuatro partes transversalmente, por lo que había
doce dependencias de unos veinte metros cuadrados cada una. Aunque se conservan
algunos elementos, actualmente la vegetación ha invadido su interior.
En el sótano, aún se conservan las
piletas donde se batía la pasta para el papel, elaborada a partir de trapos.
Cubierto por una bóveda catalana y con escasa iluminación, era un espacio
insalubre en el que los trabajadores tenían que ser relevados con frecuencia.
Otra de las características del
edificio es que sus paredes estaban pintadas, de ahí otro nombre con el que se
le conoce, la fábrica pintada. Junto con los paños entre pilastras de color
verde, aún pueden verse representaciones de animales y hasta de toreros.
La fábrica entró en crisis a mediados
del siglo XIX, como consecuencia de las nuevas técnicas de fabricación de papel
y los problemas en el suministro de agua. En 1955 fue desmantelada, siendo
retirado el tejado y muchos elementos estructurales.
Hace algunos años, fue adquirida por la familia Yuste Moyano, con el propósito de reconstruir el edificio y transformarlo en un hotel. Pero los problemas surgidos con la Confederación Hidrográfica del Ebro y con algún propietario vecino, hicieron inviable el proyecto.
A pesar de ello, la Fundación Valderrobres
Patrimonial mantiene la esperanza de encontrar una fórmula que permita salvar
esta importante muestra de arquitectura industrial que, muy probablemente es el
único exponente español de una fábrica con las fachadas decoradas, lo que la
convierte en un raro y bello testimonio.
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