Guillermo Carranza ha estado unos días en el norte peninsular y, siempre atento a las cuestiones que son objeto de buena parte de sus investigaciones, nos ha traído imágenes de unas singulares construcciones que llevan en nombre de cetáreas. Las encontró en Rinlo, una pequeña parroquia del municipio de Ribadeo.
Esta es la vista de la cetárea de Rinlo.
Según del Diccionario de la Real Academia, la palabra “Cetárera” designa a un
vivero, situado en comunicación con el mar, donde se conservan langostas y
otros crustáceos destinados al consumo. Deriva de la palabra latina “cetus” (pescado
de mar o marisco) y, por lo tanto, nada tiene que ver con “Cetáceo”, que deriva
del griego κῆτος, kētos, que significa ballena o monstruo marino.
Como se explica en un panel, allí se
conservaban, separados por muretes, todo tipo de mariscos antes de su
comercialización. Fue construida, en 1904, por un particular, levantando un muro
de pizarra en una pequeña cala, con una compuerta de hierro que permitía la circulación
del agua marina en su interior.
En la zona hay otras que fueron construidas ante el éxito de
la primera explotación. En la de Pena de Corvos, que aparece en la imagen, llegaron
a almacenarse cerca de 20.000 kilos de langostas.
Otra cetárea es la de Foxo Longo, llamada
así por la longitud de la cala, de diseño más complejo, dado que el agua podía
entrar de forma natural o por bombeo. Sólo se conservan restos de la misma.
El interés de Guillermo por estas
construcciones, vino determinado por su semejanza con las pesqueras del Ebro
que, en algunos municipios de nuestra zona, servían para conservar las anguilas
que se pescaban en el río.
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