El pasado 28 de junio comentábamos la posibilidad de que el hermoso pino situado en las inmediaciones de la iglesia parroquial de Alberite de San Juan fuera talado, junto con todos los que existían en la pequeña parcela donde había crecido desde que fuera plantado hace ya muchas décadas.
Al volver a Alberite, el pasado sábado,
pudimos comprobar con pena que la sentencia dictada contra el inocente árbol
había sido ya ejecutada y la parcela presentaba el aspecto que muestra la imagen,
por cierto, con las baldosas de la acera rotas, quizás por el paso de
maquinaria pesada.
En el “juicio” al que había sido
sometido, la acusación vertida para hacer posible tan injusta condena era que
el estado de su tronco era malo, por lo que entrañaba peligro. A la vista de
las secciones resultantes de la tala, es evidente que ello no era cierto. Habrá
otras razones, como esa fobia que muchas personas tienen, en nuestra tierra, a
los árboles, pero no se pueden sostener argumentos como el aducido.
Mientras que la mayor parte del tronco
aún permanecía en la parcela, pudimos ver una sección en el espacio situado detrás
de la iglesia parroquial, junto a diversos restos arqueológicos. No sabemos si
se quiere perpetuar allí el recuerdo del condenado o si, como ocurría en el
pasado, los cuartos de los reos ejecutados y troceados se exponían a las
puertas de las localidades, como escarnio de los delincuentes, aunque aquí podría
serlo de los verdugos.
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