En Borja se profesa una especial devoción a San Nicolás de Bari y, en la iglesia del convento de Santa Clara, existe una imagen de producción industrial muy venerada y se sigue celebrando un triduo en su honor, coincidiendo con su fiesta, el 6 de diciembre. Pero, el busto que aparece en esta imagen corresponde al que existe en la capilla de San Antón de la colegiata de Borja, en donde hubo una cofradía de clérigos que lo tuvo como titular.
Pero, este año, Guillermo Carranza estuvo
ese día en Bari, acompañado por su esposa, viviendo las circunstancias de rodean
la que allí consideran “fiesta menor” del Santo, ya que la mayor tiene lugar el
8 de mayo, aniversario de la llegada a la ciudad de los restos del santo obispo.
San Nicolás era originario de Licia y fue un obispo del siglo
IV al que se profesa una gran devoción de todo el mundo. La única relación que
tiene con Bari (Italia) se debe al hecho de que sus reliquias fueron llevadas
allí, tras la caída de Constantinopla en poder de los turcos.
La basílica en la que se guardan se convirtió en un centro de
peregrinación, al que acudieron en el siglo XIII, unos humildes campesinos que
deseaban tener un hijo, sin conseguirlo. A pesar de que la esposa ya era de
cierta edad, quedó embarazada y, cuando nació el niño tan esperado, le pusieron
el nombre de Nicolás, en agradecimiento al favor recibido. Ese niño fue, más
tarde, San Nicolás de Tolentino que, por mera casualidad, se venera en Santa
María de Borja, junto a la imagen de su protector.
Suele ser representado, con los atributos
propios de su condición de obispo y un caldero a sus pies, del que emergen tres
niños, en alusión a la leyenda, según la cual devolvió a la vida a tres
pequeños que habían sido sacrificados por un malvado posadero para dar de comer
a sus clientes.
También es frecuente, como en Bari, representarlo con un libro
en una de sus manos, sobre el que hay tres bolas que hacen referencia a otra
leyenda: la de tres muchachas que no tenían dinero para poder casarse y el
santo les arrojó unas monedas de oro por la chimenea que fueron a caer en las
medias o calcetines que se estaban secando al fuego. De ahí, que San Nicolás
sea el patrón de los niños y, como tal, fue llevado a Norteamérica por los
colonos holandeses.
Allí se convirtió en Santa Claus, un llamativo caso de
suplantación que ha sido objeto de algunas viñetas humorísticas. Pero San Nicolás
sigue dejando los regalos en los calcetines que los niños depositan bajo el árbol
de Navidad, junto a las chimeneas. Además, en Bari las jóvenes recurren a él
para encontrar un buen novio y asisten a la primera de las misas que se celebran
en su basílica, que tiene lugar a las cuatro de la mañana.
Estas son imágenes captadas por
Guillermo en el interior de la basílica, con el altar mayor y la cripta en la
que se veneran las reliquias del Santo, traídas de Myra. En los últimos tiempos
esta cuestión ha sido objeto de polémica, dado que las autoridades turcas (que
anteriormente habían solicitado la devolución de las reliquias), han anunciado
el hallazgo de la tumba del Santo que, en su opinión, nunca abandonó el territorio
turco.
Según esas informaciones, sin
confirmar, lo que los marineros trajeron a Bari fueron los restos de un
sacerdote, parte de los cuales llevaron a Venecia, donde tiene un templo
dedicado, dándose la circunstancia de que San Nicolás es uno de los protectores
de las gentes de la mar.
En Bari, no consideran fiables las
informaciones mencionadas y la fiesta del Santo se sigue celebrando con gran
concurrencia de público y con la atención de los medios de comunicación. Nos
comenta Guillermo que allí suele ser representado con la tez un poco negruzca,
por su origen turco (aunque no sea una característica racial de los de ese
país). No sabemos si el subido tono del busto de Borja obedece a las mismas
razones, aunque lo más probable es que obedezca a la oxidación de la capa inferior de la policromía.
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