Todos los años, al llegar la Navidad aparecen en los medios de comunicación artículos, más o menos bienintencionados, en los que se cuestiona su celebración en estas fechas; tanto por el día elegido, como por el año exacto en que tuvo lugar tan transcendental acontecimiento.
Pudiera parecer que, si nuestra Era se
inicia en el momento del Nacimiento de Jesús en Belén, ello tendría que haber
sucedido hace 2023 años. Pero, cualquier persona con un mínimo de formación
sabe que eso no es así.
Fue un monje de gran erudición,
conocido con el nombre de Dionisio el exiguo (c. 460-c. 525), quien recibió el
encargo del canciller del Papa Juan I, el futuro Papa Bonifacio I, de
establecer un sistema para resolver el complicado problema de establecer la
fecha de la Pascua.
Y, dentro de sus cálculos, calculó el
año del Nacimiento de Cristo, estableciéndolo en el 753 (ab urbe condita),
es decir desde la fundación de Roma, pero se equivocó; según los investigadores
en varios años, pues pudo ocurrir el 746 a. u. c.
No obstante, en la “Calenda”, el pregón de Navidad que se lee
en la Misa del Gallo, se dice que el Nacimiento tuvo lugar “en la 194 Olimpiada
de Grecia. En el año 752 de la fundación de Roma. En el año 42 del reinado del
emperador Octavio César Augusto”, lo cual llama la atención, dado que los años
no coinciden, ni con el de la fundación de Roma, ni con los del reinado del
emperador César Augusto, que se extendió desde 16 de enero de 27 a. C. al 19 de
agosto de 14 d. C.
Pero, el asunto es aún más complejo ya
que, los propios Evangelios no facilitan el cálculo. Así, por ejemplo, el
evangelista San Mateo dató el nacimiento de Jesús entre el año 5 o 6 a.C., en
tiempos del rey Herodes el Grande (40-4 a. C.).
Teniendo en cuenta que Herodes murió cuatro años antes de
nuestra era, su recepción a los Magos y la matanza de los Inocentes, habrían de
ser situadas con anterioridad.
Por el contrario, San Lucas relaciona
el desplazamiento de la Virgen y San José a Belén, para dar cumplimiento a la
obligación de censarse que, por orden del emperador Octavio Augusto, había
decretado Publio Sulpicio Quirino, gobernador de la provincia romana de Siria.
Pero, hoy se sabe con absoluta certeza que Quirino solo fue gobernador en el
año 6 de nuestra era. Así pues, las dos noticias, el reinado de Herodes y el
censo de Quirino, son incompatibles desde un punto de vista cronológico.
Hay, por consiguiente, una horquilla de
unos diez años, entre una y otra posibilidad, pero lo único cierto es que no
tuvo lugar en el tiempo que marca el inicio de nuestra era.
En lo que todos están de acuerdo es que
la fecha del Nacimiento no pudo tener lugar un 25 de diciembre, porque era del
todo imposible que los pastores llevaran sus rebaños hasta Belén en pleno
invierno, ya que no salían al campo hasta finales de marzo, para permanecer
allí hasta mediados de noviembre. De ahí, que algunos apunten a la posibilidad
de que tuviera lugar a finales de otoño.
La elección del 25 de diciembre para
conmemorarlo, fue intencionada con el fin de reemplazar una fiesta pagana, la
del nacimiento del Sol Invicto (Natalis Solis Invictus), relacionada con
el solsticio de invierno.
Ahora, los gobernantes ateos y cursis, así como algunas
logias masónicas vuelven a celebrar esa fiesta pagana, como si no fuera
religiosa. Lo es, pero pagana. No les importa, porque de lo que se trata es de
borrar todo signo cristiano de un mundo.
La felicitación que reproducimos es de
la Gran Logia de la República Dominicana, pero, si buscan en Internet,
encontraran otras muchas de diferentes organizaciones que hay que tener en
cuenta, como impulsoras de lo que llaman el “nuevo orden mundial”.
Para los cristianos, la cuestión de la
datación exacta del Nacimiento de Jesús, no deja de ser una cuestión marginal,
que palidece ante la realidad de un hecho histórico que vino a cambiar la
historia de la Humanidad, abriendo las puertas al gran misterio de la Redención.
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