jueves, 26 de enero de 2017

Santoral del 26 de enero


Santos Timoteo y Tito (siglo I). Se trata de dos Santos asociados a la figura de San Pablo, del que fueron discípulos. Timoteo era natural de Listra (Asia Menor), de padre griego y madre judía. Bautizado por el Apóstol durante su primera visita a esa ciudad, llegó a ser obispo de Efeso. San Pablo le dispensó especial cariño, siendo el que sustituyó a San Bernabé como compañero de sus viajes y a él están dirigidas tres de las cartas que se conservan. Fue detenido durante la persecución de Diocleciano y murió como consecuencia de los golpes y pedradas recibidas en el año 97. Por su parte, de Tito algunas fuentes afirmar que ya era cristiano cuando se encontró con San Pablo y otras que fue bautizado por él. Era otros de sus hombres de confianza, desempeñando labores de secretario personal. Se conserva una carta dirigida a él, que había sido nombrado obispo de Creta, donde falleció el año 96.

  

San Teógenes (siglo III). Se trata de un mártir norteafricano, probablemente oriundo de Hipona, cuya única referencia disponible es la alusión que hizo de él San Agustín, obispo de esa ciudad, en uno de sus sermones. Al parecer sufrió el martirio, junto con un numeroso grupo de compañeros.


  
Santa Paula de Roma (siglo IV). Nacida en Roma el año 347, en el seno de una familia noble, muchos de cuyos miembros formaban parte del Senado, casó joven y tuvo cuatro hijas: Blesila, Paulina, Eustoquia y Rufina, además de un hijo. Casó a las dos mayores (Paulina con el senador San Pamaquio y Blesila con otro destacado personaje). Sin embargo, esta última murió pronto, lo que afectó profundamente a su madre que había quedado viuda con 32 años. Decidió entonces peregrinar a Tierra Santa, en compañía de su hija Eustoquia, y después a Egipto, donde entró en contacto con las primeras comunidades de eremitas. Desde allí regresaron a Belén, donde dirigidas por San Jerónimo fundaron un monasterio femenino, donde falleció Santa Paula a los 56 años de edad, siendo enterrada en la basílica de la Natividad. Se le considera inspiradora de la orden jerónima, por lo que suele ser representada con el hábito de la misma, algo evidentemente anacrónico.



Santos Jenofonte, María, Juan y Arcadio (siglo VI). Venerados desde la antigüedad en Oriente, no se conocen demasiados datos de esta familia, integrada por el matrimonio formado por Jenofonte y María, con sus hijos Juan y Arcadio. El padre era senador en Bizancio, pero decidieron marchar a Jerusalén, para llevar allí una vida monástica de recogimiento y oración. En un momento determinado, según la tradición, los hijos fueron enviados a Bizancio para completar su formación, pero la nave naufragó y aunque los padres los creyeron muertos, los reencontraron tiempo después viviendo como eremitas, reuniéndose de nuevo toda la familia.           



San Alberico (siglo XII). Ingresó como benedictino a temprana edad en Tonnerre, donde conoció a Roberto de Molesmes, fundador en 107 5 de la abadía de Molesmes de la que fue primer abad y Alberico prior. Las discrepancias surgidas en la comunidad les impulsaron a fundar un nuevo monasterio, en este en Citeaux, donde a partir de 1098 surgió la orden cisterciense. San Alberico fue el segundo abad de este gran monasterio que tanta influencia estaba llamado a tener en la Cristiandad y allí falleció el 26 de enero de 1108.



San Agustín Erlandsön (siglo XII). Nacido hacia el año 1120 en Råsvoll, localidad cercana a Nidaros (Trondheim), pertenecía a una familia emparentada con la casa real noruega. De joven se formó en Francia y a su regreso sirvió en la corte. Ordenado después sacerdote, el propio monarca lo propuso como obispo de Nidaros, en 1158. Rigió esa sede con notable prudencia, siendo quien, en 1163, coronó al nuevo monarca, la primera vez que se llevaba a cabo esta ceremonia en Noruega. Autor de varias obras, su labor fue muy importante en la organización de su diócesis y en la fundación de numerosas iglesias y monasterios. Los problemas sucesorios de la monarquía le ocasionaron un enfrentamiento que dio lugar a su exilio en Inglaterra. Pudo regresar a Noruega en 1183 donde la victoria del bando al que se había opuesto, le privó de su antigua influencia, falleciendo el 26 de enero de 1188.



Beata María de la Dive (siglo XVIII). Nacida en Saint-Crespin-sur-Moine (Francia) el 18 de mayo de 1723, fue una de las víctimas del terror desencadenado en Francia contra los católicos, tras el triunfo de la Revolución francesa. Su hijo, Enrique Carlos Gaspard que había participado en la sublevación de la Vendée fue ejecutado en octubre de 1793. María era viuda y vivía con sus hijas Catarina y María Luisa y su cuñada Rosalía du Verdier, religiosa benedictina que había tenido que abandonar su monasterio. Todas ellas fueron detenidas y las dos hijas fusiladas el 10 de mayo de 1794. La religiosa fue guillotinada el 27 de enero y María el 26 de enero de 1794.  Fue beatificada por San Juan Pablo II en 1984, junto con otros 98 mártires de Angers.  



San José Gabriel del Rosario Brochero (siglo XIX). Nacido el 16 de marzo de 1840 en Villa Santa Rosa (Argentina) fue ordenado sacerdote en 1886. Inicialmente desempeñó su cometido pastoral en la catedral de Córdoba pero, en 1869, fue nombrado vicario del departamento de San Alberto, cuya capital era Villa del Tránsito. La labor que desarrolló en aquel valle de Traslasierra fue ingente. Promotor de numeras obras que mejoraron las condiciones de vida de sus habitantes, no dudó en recurrir a las más altas instancias para allegar recursos económicos. También se valió de su amistad con el Presidente Dr. Miguel Juárez Celman, de quien había sido compañero de estudios y con el que mantuvo siempre una cordial relación, a pesar de sus divergencias ideológicas.
El sacerdote recorría el territorio encomendado a lomos de una mula, por nombre “Malacara”, que luego reemplazó por un caballo al que le dio también el mismo nombre. Fue un personaje entrañable, precursor de una nueva época, cercano a la gente, preocupado constantemente por atender todas sus necesidades espirituales y materiales. El “cura gaucho” como le llamaban estuvo al frente de su parroquia prácticamente toda su vida. Ya mayor, quisieron recompensarle con una canonjía en la catedral y, aunque llegó a tomar posesión, pronto renunció a ella regresando a su curato. Al parecer, al desprenderse del traje canonical, afirmó “Ni este apero no es para mi lomo, ni esta mula para este corral”. Su entrega a los leprosos, a los que atendía personalmente, le llevó a contraer la enfermedad, como consecuencia de la cual quedó ciego y sordo. Lo llevaron a Santa Rosa, para que lo atendieran sus hermanas, y allí estuvo varios años, hasta que a petición de sus feligreses regresó de nuevo a Villa del Tránsito, donde falleció el 26 de enero de 1914. Fue beatificado en 2013, en su antigua parroquia que ya se denominaba Villa Cura Brochero, y el 16 de octubre de 2016 fue canonizado por el Papa Francisco. Es el  patrón del clero argentino. 



Beato Miguel Kozal (siglo XX). Nacido en Nowy Folwark (Polonia) el 25 de septiembre de 1893, comenzó los estudios eclesiásticos en el seminario de Poznan, pero a causa de la I Guerra Mundial, tuvo que terminarlos en Gniezno, donde fue ordenado sacerdote en 1918. Llegó a ser rector de ese seminario, desempeñando este cometido entre 1929 y 1939, cesando al ser nombrado obispo auxiliar de Wloclawek. Durante la invasión alemana, fue detenido con otros sacerdotes y, tras ser sometido a arresto domiciliario en el Instituto Salesiano de Lad, en abril de 1941 lo enviaron al campo de concentración de Inowroclaw y, poco después, al de Dachau, donde contrajo la fiebre tifoidea, siendo ejecutado mediante una inyección letal el 26 de enero de 1943. Fue beatificado por San Juan Pablo II el 14 de junio de 1987.



Beato Gabriel María Allegra (siglo XX). Nacido en San Giovanni La Punta (Sicilia, Italia) en 1907, entró en seminario menor franciscano que estaba en el convento de San Biagio en Arcireale, con once años de edad. En 1923 comenzó el noviciado y fue ordenado sacerdote en 1930. Cursó estudios superiores en Antonianum de Roma y fue allí donde sintió la llamada para viajar como misionero a China, lo que logró en 1931, cuando tenía 24 años de edad. Se estableció en Pekin e inmediatamente comenzó a estudiar el chino, en sus distintas variantes, logrando convertirse en una autoridad en ese idioma que vino a sumarse al dominio de otras lenguas, porque  hablaba, además de su lengua materna, inglés, francés, español y alemán, así como el latín, griego, siríaco y arameo. Con su impresionante bagaje cultural emprendió la tarea de traducir la Biblia al chino, a partir de las fuentes originales. De ahí surgió su gran obra, la creación del Studium Biblicum Franciscanum, donde con la ayuda de los colaboradores que supo incorporar, logró culminar su propósito. Pero su figura no puede circunscribirse a su faceta científica pues tiene también una gran dimensión pastoral. Ya había sido rector del seminario menor de Heng Yang y toda su vida fue un ejemplo de dedicación a gentes de toda condición, destacando su atención a los leprosos. El Instituto tuvo que ser trasladado a Hong Kong, ciudad en la falleció el 26 de enero de 1976, siendo beatificado en 2013. 

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