Sabíamos
de la existencia de una cofradía de San Pedro en Ainzón, ya que hace algún
tiempo fue donada a nuestro Centro una bula en pergamino, con sello de cera y
muy bien iluminada, por la que el Papa Alejandro VII, concedió su agregación a
la archicofradía de Nuestra Señora del Planto de Roma.
Esta
bula, que es uno de los documentos más hermosos de nuestro archivo, será objeto
de un artículo especial, pero al estudiarla ya nos percatamos que se trataba de
una cofradía de clérigos, de características similares a las que existieron en
Magallón y Borja (en este caso con San Nicolás como titular).
Inesperadamente
se puso en contacto recientemente con nosotros D. David Julián Durán para
comunicarnos que, entre los documentos procedentes de un archivo de nuestra
zona, se encontraba el Libro de Cofradía de San Pedro y se ofreció a desplazarse
a Borja para mostrárnoslo.
A la
vista de su interés, decidimos adquirirlo y, en estos momentos, el Dr. D.
Alberto Aguilera Hernández está transcribiendo ya las partes más relevantes del
mismo. Concretamente, aparecen los de los años comprendidos entre 1670 y 1826.
Porque,
junto con la anotación anual de los ingresos y gastos de la cofradía, como era
habitual en todas, aparece la lista de cofrades que estatutariamente sólo
podían ser trece, en recuerdo de Jesucristo y sus doce Apóstoles.
Pero,
aparece también la Regla por la que regían que, aunque se anotó en el siglo
XVI, transcribe la aprobada en 1476, si bien la fundación de la cofradía es
anterior.
Curiosamente,
en su origen, radicaba en el lugar de Bureta, aunque por causas que no se
especifican, a comienzos del siglo XVII, fue trasladada a Ainzón.
Entre
los miembros de la cofradía, además de clérigos de Ainzón, Bureta, Fuendejalón
e incluso el abad de Veruela (que era señor de Ainzón) había algunos laicos,
todos ellos miembros de familias relevantes de la zona, entre los que se
encontraban los Francia, señores de Bureta.
La
actividad de la cofradía se centraba en los actos que organizaban el día de
Jueves Santo, en el que llevaban a cabo el lavatorio de los pies a donde “pobres
vergonzantes”, a los que se entregaba una limosna de dos reales de plata. También
aportaban cera para el monumento.
Además
celebraban con gran solemnidad la fiesta de San Pedro, acompañada de órgano y encargando
el sermón a un orador sagrado de prestigio. Ese día los cofrades que no eran
clérigos tenían la obligación de comulgar, pagando la multa establecida en caso
de no cumplirla.
Creemos
que el esfuerzo económico que ha supuesto la adquisición del libro, ha merecido
la pena, porque viene a documentar la historia de esta cofradía y, al mismo
tiempo, a dar sentido a la bula que ya teníamos.
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